Carolina Acevedo y Andrea Savu trabajan en una panadería de Tudela, uno de los establecimientos que pueden abrir sus puertas en medio del estado de alarma de afecta a todo el territorio nacional.
Parapetadas tras la nueva indumentaria de seguridad, y con la barra como frontera ante los clientes, reconocen que están siendo unos días muy extraños sin el bullicio diario que la cafetería aportaba al local. «Poco a poco todos nos vamos acostumbrando. Ahora solo nos toca esperar al día en el que podamos salir todos a la calle», aseguran.
Nos toca esperar al día en el que todos podamos salir a la calle
Una cinta separa la zona de cafetería, totalmente recogida y fuera de servicio. Se ha cerrado uno de los accesos al establecimiento, de manera que se accede al punto más próximo al despacho de pan donde Carolina y Andrea reciben a los clientes con una sonrisa oculta bajo las mascarillas. «Hemos tomado medidas de seguridad, algo que es bueno tanto para el cliente como para nosotras», señalan. «Se ha reducido el horario de apertura, se han puesto marcas en el suelo para mantener la distancia entre los clientes. Empleamos guantes, mascarilla, desinfectamos continuamente el mostrador. No dejamos que los clientes coloquen monedas en la zona en la que se ofrece el pan aunque ésta vaya embolsado y son los propios clientes quienes introducen el dinero en la máquina de cobro».
En general la gente está respondiendo muy bien
El acceso de los clientes al local es constante, siguiendo la pauta del goteo de un grifo mal cerrado. «La respuesta de la gente es muy buena en general. Mantienen la distancia de seguridad y se comportan respetando las indicaciones que han dado las autoridades. Ha habido alguna persona que se ha extrañado por vernos así, que nos dice que se está exagerando y que no lo ocurre no es para tanto. Cuando ocurre algo así tratamos de explicarle de la mejor manera que podemos que es lo mejor, tanto por su bien como para el nuestro», concluyen.