Colaboración / Uned Tudela
La vida de Isabel II resultó complicada y tortuosa desde el mismo día de su nacimiento. Con el reconocimiento de Isabel como reina, tras la muerte de Fernando VII, se desencadenó la primera guerra carlista; la niña tenía tres años y su madre asumió la regencia hasta que alcanzara la mayoría de edad.
De carácter caprichoso e indolente, y defraudada por su nefasto matrimonio, la joven incurrió en una espiral de aventuras y desventuras amorosas de indudables repercusiones negativas para la historia.
«Realmente su vida fue muy desafortunada. Tuvo un matrimonio a su pesar, tuvo que hacer muchas renuncias, tuvo que exiliarse de España… Además, costó muchísimo hasta ver la restauración monárquica en la figura de su hijo. Probablemente todo este cúmulo de sucesos y circunstancias negativas son los que le llevaron a adquirir el apelativo la de los tristes destinos».
Una vida complicada casi desde el mismo día de su nacimiento, ¿no es así?
«Cierto, ya que lo primero que se esperaba de ella era que fuera un varón para que Fernando Vil tuviera sucesión. Entonces vino mujer, y con el problema de la Pragmática Sanción y de si entraba o no en vigor la Ley Sálica… fue muy controvertida».
¿Cómo era la reina? ¿Qué carácter tenía y a qué se debía?
«La reina tenía un carácter muy abierto y muy expansivo, con un gran sentido del humor y con grandes contradicciones: ella era muy religiosa en sus ideas, pero muy liberal en sus actos. Como desde niña prácticamente quedó en manos de hayas y tutores, fue muy rebelde. Probablemente era muy poco culta, muy aficionada a la música… Pero en conjunto muy variable y un poco voluble».
¿Cómo fue su reinado? ¿Fue una soberana ineficaz?
«Seguramente se perdió la gran oportunidad de hacer de aquella España un reino moderno, como lo habían sido Francia o Inglaterra; se perdió la oportunidad de una industrialización y una modernización, y primaron mucho los intereses. Es cierto que hubo un gran desarrollo de los ferrocarriles, pero para enriquecimiento del Marqués de
Salamanca y de su padrastro el Duque de Riansares, ya que luego faltaban los caminos de acceso a las estaciones… Es decir que fue un poco anárquico.
Si distinguimos entre reinar y gobernar, tal vez no tanto porque ahí fallaban los gobernantes. Pero tal vez ella se inmiscuía en política más de lo debido».
¿De qué manera influyeron los escarceos amorosos de la reina en el devenir de la historia?
«Desde luego los sucesores han sido ilegítimos, pero como los demás hemos tragado por ello… De alguna manera también contribuyó a una renovación de sangre. Hay que tener en cuenta que la reina era prima carnal, por partida doble, de su marido; si sus hijos hubieran sido de un matrimonio común, no sé qué habría ocurrido con la genética… Sin embargo, con sus amantes fue teniendo hijos de diferentes padres y hubo una renovación».
¿Cómo fueron los últimos años de la vida de Isabel II?
«Sin poder volver a España, con la satisfacción de ver coronado a su hijo Alfonso XII y la desgracia de verlo morir a los 28 años. Ella tuvo que pasar primero por el exilio, después por el breve reinado de Saboya y por la Primera República. También por el abandono de quienes le habían querido, como el General Serrano; fue su amante y le influyó muchísimo al principio, pero terminó siendo un recalcitrante republicano que actuó en contra de ella.
Aunque hubo nobles que la protegieron mucho, probablemente ella tuvo demasiados disgustos».