Estimado señor Domínguez, me gustaría hacerle reflexionar sobre una serie de cuestiones que no se si ha tenido en cuenta a la hora de decidir negar el medicamento que le solicitan los padres de Izan, el niño con la enfermedad que por ahora no tiene cura.
Lo primero que me gustaría es decirle que tiene usted todo mi respeto, ya que aun viendo la que se le está cayendo encima con este asunto, esta anteponiendo su criterio médico por encima de cualquier otro. Cualquier político mediocre ya habría cedido ante tanta presión.
No seré yo quien opine sobre que tratamiento es mas adecuado. No tengo mucha idea de medicina y no me considero capacitado para emitir ninguna valoración en cuanto a la utilización de ese medicamento.
Lo que si le puedo decir, porque me ha tocado verlo muy de cerca, es la necesidad de mantener la esperanza en unos padres que se enfrentan a un implacable monstruo. Conozco un caso de unos padres amigos míos que cuando nació su bebe le diagnosticaron una enfermedad muy rara que no tiene cura. Le dijeron que viviría meses o unos pocos años. La niña acaba de comenzar la secundaria y goza de una salud aceptable. El medicamento que le administraron se llamaba amor. Su padre es un luchador nato, una persona que no se rinde ante nada, enseguida contagió de esperanza a toda su familia. Esa esperanza ha sido la gasolina que les ha permitido mantenerse vivos y les ha dado la fuerza suficiente para no cesar ni un minuto en el cuidado de su hija.
Como médico, conocerá la importancia de mantenerse optimista ante una enfermedad. Incluso habrá oído hablar de que el efecto placebo puede provocar mejorías en el enfermo. Yo quiero hablarle de la importancia de mantener la esperanza en los papas de Izán. Tal vez el medicamento funcione o tal vez no, pero mientras exista un poco de esperanza, los papas de izan podrán seguir vivos. Como médico esta usted en la obligación de mantener a sus papas con esperanza. Eso es lo mas importante para que Izan se pueda recuperar.
Tiene usted el permiso de todos los navarros para administrar a Izan ese medicamento y conseguir salvar tres vidas. No me defraude como médico.
Todas las personas debemos aportar lo que podamos para ayudar al prójimo. Yo soy ateo, pero reconozco que me emociono cuando veo la procesión de Santa Ana y veo a tanta gente que cree. Al fin y al cabo, el ser humano necesita tener esperanza. Este año voy a hacer una excepción y le voy a pedir una cosa a la Patrona.
Ezequiel Buñuel Marco, padre de dos hijos y tudelano.