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Buenas noticias, por Pepe Alfaro

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En esta sucia sociedad en la que vivimos, no se estilan las buenas noticias. Eso no vende. En contadísimas ocasiones, los medios de comunicación abren con una noticia positiva, Y, aun así, siempre habrá alguien que, retorciendo argumentos, la verá en negativo.
Así que no nos queda otra que intentar sobrevivir con nuestros propios criterios, tratando de aprender desde la reflexión y desde el análisis más sereno y profundo, teniendo siempre en cuenta los planteamientos contrarios, y, sobre todo, haciendo prevalecer la duda sobre el dogmatismo.

Claro que de eso no se puede vivir. Los guionistas de los reality show, acostumbrados a novelar problemas y escándalos familiares de personajes que tiene como currículum ser vástagos o chupasangres de famosos, no sabrían escribir ni cuatro líneas. ¿Para qué aprender filosofía si ya está fuera de los planes de estudio, para qué estudiar si ganas más dinero insultando a tu madre, para qué comportarte de una manera ética con lo fácil que es prostituirse en una isla enfrente de las cámaras?

Y el problema es que por más que intentes no ver esta bazofia televisiva, no lo puedes evitar, porque los algoritmos de noticias te intercalan continuamente a las rociítos y a los paquirrines y a las belenesesteban, por citar algunos ejemplos, que, para más inri, acaban convirtiéndose en protagonistas de series cinematográficas, por lo visto muy rentables, a juzgar por el pastón que se gastan en propaganda.

No rendirse ante quienes pretenden esclavizarnos no debería ser una opción, sino una obligación

No le demos más vueltas: el “poderoso caballero Don Dinero”, que ya denunciaba Quevedo, se impone en todo el planeta. Somos la especie más imbécil de cuantas poblamos La Tierra. Además, estas vergüenzas televisadas consiguen ocultar los verdaderos problemas de la sociedad. De eso se trata. Mientras nos dedicamos a meternos en las falsas casas de los demás, la pandemia del covid19 ha contribuido a lo que el capitalismo más feroz lleva tiempo intentando: que se mueran los más pobres y que los ricos tengan cada vez más poder. Resulta increíble que las patentes de las vacunas no se liberalicen, con la finalidad de salvar vidas. Es un manifiesto crimen de lesa humanidad, en el que las clases desfavorecidas no tienen ninguna opción. Y es que, cíclicamente, los estúpidos humanos retomamos esa ancestral querencia a esclavizarnos los unos a los otros.

A pesar de todo, siempre debe quedarnos la esperanza de que esto cambiará, aunque sea empezando por ese grano de arena que supone la conciencia individual. No rendirse ante quienes pretenden esclavizarnos no debería ser una opción, sino una obligación.
Porque la Vida sigue y tiene muchas cosas hermosas, aunque no salgan en los medios. Lo decía el poeta Hilario Tundidor, que visitó Tudela con motivo de una Semana Literaria y que acaba de fallecer, en ”Pasiono”, uno de los más bellos sonetos, cuyo final dice: “Y amo la paz, y el viento, y la quimera /de los hombres iguales, y es mi empeño / la luz, la luz hermosa y perseguida / y amo, tal como es, la puta vida”.