Hace más de 65 años que Bodegas Malón de Echaide comenzó a elaborar sus vinos. Si paseamos por la Ribera de Navarra podremos descubrir sus orígenes, sus viñedos, que se encuentran en pleno valle del Queiles, entre el Moncayo y el río Ebro, la localidad de Cascante.
Desde 1951, Malón de Echaide no ha dejado de crecer y hoy ya cuenta con unas instalaciones de 27.000 m2 y una capacidad para 12.000.000 de litros y 4.000 barricas. Este crecimiento también ha sido posible apostando por la innovación de su producto. Incluso, este mismo año, podemos hablar de dos vinos nuevos. Ambos, vinos tintos con tres meses en barrica de roble que nos dejan saborear ese origen que relatábamos al comienzo.
El primero, Malón de Echaide tinto Roble de variedad Garnacha, bajo el nombre ‘Entrega’, es un homenaje a los viticultores, a todos aquellos que durante décadas han trabajado para que cada vez podamos disfrutar de mejores vinos, que al degustarlos despierten nuestros sentidos y emociones. Por ello, su inspiración nos lleva a la estatua que se puede ver en la bodega, de nombre Entrega, una obra del escultor Clemente Ochoa que muestra el espíritu de sacrificio.
El segundo, Malón de Echaide tinto Roble de variedad Tempranillo basado en la ánfora vinaria romana del s.I a.C. que se encontró en 1960 en el subsuelo de la bodega y que se conserva en el Museo de Navarra, por ello su nombre ‘Vinaria’. Todo este trabajo se ha visto recompensado en numerosas ocasiones, la más reciente en este mismo 2019, cuando se galardonaron dos de sus vinos. Por un lado, el Malón de Echaide Chardonnay fermentado en barrica, que obtuvo los premios al Mejor Vino Blanco en barrica, otorgados por la Cofradía del vino de Navarra y por la Denominación de Origen de esta comunidad. A él se sumó el Viña Parot Reserva 2011, que consiguió alzarse ganador en la categoría de Mejor Vino Tinto y Gran Reserva.
Visitas Guiadas:
Se pueden contar muchas historias de estas bodegas, pero nada las explica mejor que una visita en la que recorrer sus instalaciones y degustar sus vinos. Para ello, existen diferentes opciones, que abarcan desde las clásicas visitas guiadas hasta rutas por sus viñedos en todoterreno o buggy y propuestas gastronómicas personalizadas que se pueden contratar con sus responsables. Porque, en definitiva, el vino no solo hay que probarlo, es necesario también vivirlo.