Estaba ya escribiendo algo sobre Donald Trump y su victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos cuando me enteré del fallecimiento del gran Leonard Cohen, el conocido poeta y cantautor canadiense. Y, claro está, en mi humilde opinión Leonard Cohen se merece un artículo muchísimo más que Trump.
La poesía de Leonard Cohen, su voz, su música, llevan acompañándome desde hace ya mucho tiempo, al menos desde que en 1988 publicara el exitoso álbum “I’m Your Man”, que incluía la canción “Take This Waltz”, su adaptación del poema de Federico García Lorca “Pequeño vals vienés”, incluido en el poemario “Poeta en Nueva York”. Luego me adentré en su obra, y descubrí maravillosas joyas como “Suzanne” o “So Long Marianne”, canciones que formarían ya parte de mi vida para siempre.
Cuando hace tan solo unas semanas se anunció que Bob Dylan había sido elegido para el Premio Nobel de Literatura no fueron pocas las veces que se alzaron diciendo que Cohen también se merecía el premio, al menos tanto como Dylan, quizás más incluso. Cohen fue poeta antes de ser cantante, antes de entrar en el mundo de la música. En efecto, creo que Cohen es la única personalidad en el mundo de la música, aparte del mismo Dylan, que merecería el Nobel de Literatura. Leonard Cohen es lo más parecido que tenemos, que hemos tenido, en el siglo XX y XXI, a aquellos juglares medievales que recitaban poemas acompañados por la música. Sus poemas, su imaginería y metáforas, con la clara dicción de su voz profunda, han mezclado como nadie lo espiritual y lo carnal, lo sagrado y lo profano. Como en su canción “Hallelujah”, mundialmente conocida, que es a la vez un himno religioso y mundano, en el que utiliza historias del Antiguo Testamento para hablar del amor, de la pasión, a la vez que describe el arte mismo de componer una canción.
Su voz, profunda y cálida, siempre en tonos graves, su melancolía y su fino sentido del humor, siempre dispuesto a reírse de sí mismo, son un abrigo ideal, un refugio idóneo, para las frías tardes de invierno.
Hace unos meses, al fallecer Marianne Ihlen, la mujer noruega con la que mantuvo una relación y que inspiró “So Long Marianne”, una de las canciones más hermosas que he escuchado jamás, Cohen se despidió diciendo “creo que te seguiré muy pronto”. Y así ha sido. Leonard Cohen nos ha dejado a todos los que amamos la poesía y la música algo más huérfanos. Pero Cohen también nos enseñó que la belleza verdadera no muere nunca. Al menos no del todo. Y la belleza de las canciones de Cohen, de su poesía, nos acompañará siempre. Adiós, maestro.