En Ablitas, durante las semanas de confinamiento, fueron numerosas las personas que se volcaron en ayudar a sus vecinos, llevando a cabo diferentes labores. Uno de ellos, fue José Luis Martínez, presidente de Cruz Roja Ablitas, que cuenta con unos 50 voluntarios. Lo primero que hicieron desde la organización fue ponerse en contacto con el ayuntamiento para saber qué necesidades había. “Nosotros nos acoplamos al programa nacional de la organización que era ‘Cruz Roja Responde’. Lo que hacíamos era ver la situación de los hogares, ver quién necesitaba que fuésemos a comprarle alimentos, llevárselos… Y todo tipo de ayuda que pudiésemos ofrecer. Por ejemplo nos tocó ir a casa de un matrimonio de 90 años a los que se les había estropeado el descodificador de la televisión. Nos llamó el hijo que vivía en Tarazona, y nos dijo que era un problema para sus padres, todo el día en casa y sin televisión. Y ellos no sabían sintonizar la tele. Así que también hicimos eso, al fin y al cabo era un problema para ellos”.
José Luis recuerda que su papel muy variado: “Empezamos por ver las necesidades, sobre todo alimentarias. Luego nos acoplamos a otro programa del Gobierno de Navarra de becas comedor, que consistía en tarjetas que tuvimos que repartir por las familias de Ablitas. También nos requirieron del instituto de Tudela para llevar material escolar, como ordenadores, que necesitaban alumnos de Ablitas y de Murchante, a los que también llevamos material”.
Alegría para los cumpleaños
Pero una de las actividades que José Luis recuerda con más cariño fue la de felicitar a los niños por sus cumpleaños: “Fuimos pioneros en esta actividad. Queríamos darle la vuelta a la imagen negativa que tiene una ambulancia. Fue muy bonito porque se nos unieron las pastelerías de Ablitas y Aspil Vidal donándonos productos. La ambulancia llegaba a casa de los niños, con las luces, las sirenas, con tarta, chuches… Gustó muchísimo, salía todo el barrio a verlo. Y también lo hicimos con algunos abuelos que cumplían años y estaban solos. Fueron momentos emocionantes”.
José Luis cuenta que, en un principio, la actividad estaba programada para Ablitas, “pero se nos desbordó, porque nos empezaron a pedir de todos los pueblos de la Ribera. Llegamos hasta donde pudimos: estuvimos en Cortes, Buñuel, Cabanillas, Fontellas…”.
José Luis reconoce que han sido momentos muy duros: “Veías a familias que realmente lo estaban pasando muy mal. Cuando te llevabas a algún abuelo a sitios donde permanecieron confinados, como el Balneario de Fitero, sus familiares lo pasaban muy mal, y nosotros igual. Pero hacer todas esas labores fue muy gratificante. Lo cierto es que todo el mundo colaboró en lo que podía, la gente se ofreció para cualquier cosa que hiciese falta, se volvió más solidaria que nunca”.
Agricultores solidarios en Ablitas
También los agricultores tuvieron un papel destacado con la fumigación de las calles. Eneko Ruiz fue uno de ellos. “El ayuntamiento nos pidió colaboración al principio de todo esto y cogimos la rutina de salir los viernes. La gente estaba muy preocupada, y por lo menos con la fumigación de las calles, la gente se quedaba un poco más tranquila. También bajé a Ribaforada, a Buñuel”. Reconoce que la situación le pesaba: “Cuando terminaba me subía a casa tenso, triste. Veía a los niños que te saludaban desde las ventanas, en sus casas sin poder salir, las calles tan vacías, y te dabas cuenta de la gravedad de la situación. Incluso cuando volvía a casa por la carretera pensaba ‘si me pasa algo, no hay nadie para ayudarme’. Daba mucha tristeza pensar que yo podía salir, ir a mi trabajo… Pero había mucha gente que llevaba días y días sin salir, en un piso”. Asegura que se siente orgullo de haber podido colaborar.
También José Mari Melero participó con su maquinaria en la fumigación de las calles de Ablitas. “Nos lo pidieron y que mejor cosa que intentar hacer algo bueno por el pueblo. La experiencia fue muy bonita. La gente veía la labor que tú hacías y te lo agradecía, salían al balcón, te aplaudían, te ofrecían de beber, el que tenía un bar te ofrecía cosas…”.
Recuerda lo impactante que era ver las calles vacías: “el pueblo estaba desierto, conforme te oían, salían los niños a la ventana, te decían cosas, te saludaba… Dentro de la gravedad, fueron momentos bonitos, ponían la carne de gallina. Te queda la satisfacción por participar en algo que el pueblo necesitaba”.