El día de San Blas, fallecía un buen amigo mío, un maestro con solera, un intelectual competente. En este contexto, conocí a Jesús María Baztán, hace muchos años, cuando fundamos el Centro de Estudios Merindad de Tudela. Iba siempre acompañado de mi amiga y compañera Conchita Iturre, su mujer. Los dos, para mí eran herederos de esa intelectualidad de Tudela culta, oculta, poco conocida pero grandiosa que seguía la tradición de los grandes genios tudelanos, José Joaquín Montoro Sagastí, Aquiles Cuadra, Francisco Salinas Quijada, Moneo, etc. Sus propuestas siempre tenían criterio, visión de futuro y solvencia intelectual. A los jóvenes impetuosos nos daba lecciones magistrales sin subir el tono de la voz. Nunca fue un “tudelica”, era tudelano con mayúsculas.
Jesús María fue un maestro como don Gregorio de la película de Rafael Azcona “La lengua de las Mariposas”. Sabio, Krausista, íntegro, honesto, y que dejó plasmada en su cámara de superocho la historia cotidiana de Tudela y sus gentes. Sus fiestas, sus tradiciones, su mercado de abastos, sus devociones, su calle San Julián, sus procesiones, su sentido de entender el pasado para comprender el presente. Sus rincones y esquinas que dan glamour a esta ciudad. En la filmoteca navarra se encuentra su legado para el que quiera conocerlo. Allá está la esencia de una gran ciudad como es Tudela.
Pero, desde hace años, Jesús María se encontraba en las tinieblas pues la terrible enfermedad que padecía le hizo perder la noción del mundo vivido, del mundo soñado, del mundo presente, de su mundo heroico, de su Mejana. Pero, a veces tenía unos momentos de lucidez que te dejaba desconcertado.
Un día presente un artículo en la revista del Centro de Estudios Merindad de Tudela y el estaba allí impertérrito, mirándome como si fuesen esas tardes de tertulia en el Zuazu donde intentábamos proyectar Tudela y la Ribera al mundo, al universo, al cielo. Nos bebimos un vino en el “Rancho Grande”, y el nos sonreía como dándonos a entender que su vida ya no era aquella, que estaba en otro plano, que era feliz escuchándonos, aunque no pudiera pronunciarse, que entendía de lo que hablábamos. Sin duda, de haber comprendido, hubiese opinado con solvencia, clase y sentido común.
No obstante, esta maldita enfermedad es terrorífica, ingrata, triste, que no te da opción a despedirte. Pero, mi amiga Conchita, ha sido su fiel escudera, su compañera del alma, que siempre estuvo en todo momento y se dejó todo para que el transito al mas allá fuera un camino de rosas. Tudelana con solera, maestra que formó a la mejor juventud, gran persona, gran compañera, gran mujer y gran esposa.
¡Conchita, has sido la mejor ¡Jesús María desde allá arriba te estará esperando para darte las gracias por todo. Tu vida ha sido un ejemplo de dedicación a la instrucción y de amor a tu marido. Nadie esta obligado a dar tanto como tú lo has hecho.
Pero, Jesús Marí Baztán, desde donde te encuentres te presente que la intelectualidad se demuestra con el legado que nos has dejado. Sigue grabando hora de película que la vida es como la viviste y como la sentiste. Por Conchita no te preocupes la cuidaremos nosotros. Hasta siempre.
Francisco Santos Escribano.