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Los Fabelman, por Carlos Muñoz

El cine, un reflejo de la condición humana

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La última película de Spielberg, nominada con siete Oscars, es su obra más autobiográfica donde evoca su infancia, su vida familiar y su pasión: el arte de narrar historias. El film es protagonizado por: Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen, Gabriel LaBelle.

En la primera escena, vemos al matrimonio Fabelman, Burt (Paul Dano), y Mitzi (Michelle Williams), en la cola de un cine para llevar al pequeño Sammy (Mateo Doryan niño; Gabriel LaBelle adolescente), a ver El mayor espectáculo del mundo de Cecil B. DeMille, en 1952. Ya en esta escena, observamos los caracteres tan distintos de los padres, el padre, informático de profesión, le describe los aspectos puramente técnicos; la madre pianista, pero sin recorrido profesional, le inculca la capacidad emotiva del cine.

Sammy después de visionar el film de DeMille, sentirá la necesidad de contar la vida detrás de su cámara, por ello cualquier ocasión es motivo de filmación: desde la llegada a su nueva casa, a una fiesta campestre, o la recreación de los recuerdos de la guerra de su padre. A la vez que desarrolla su “hobby”, se cruzará en su vida la adversidad: el bullying en el instituto, las humillaciones por ser judío, el rechazo en el amor, y sobre todo el divorcio de sus padres. Será la cámara el asidero al que seguir aferrándose para afrontar la realidad. Su vida profesional cambiará, cuando reciba la llamada de una productora, y se entreviste con el director de sus sueños… (excelente el cameo de Lynch como John Ford).

Spielberg realiza su propio biopic, basándose en los dos pilares sobre los que pivota el film: el amor por el cine y por su familia. Al mismo tiempo que descubre el arte como “peligroso y que produce dolor”, (descubrirá a través de su cámara, el secreto que le distanciará de su madre); muestra cómo ninguna imagen es inocente y puede hundir o salvar a un hombre (la película rodada para el instituto, le permite revertir su situación ante los acosadores). Sin embargo, El director de E.T, realiza una mirada condescendiente algo edulcorada sobre su vida, evitando culpar a nadie, cerrando heridas familiares amablemente, pero restando a la narración profundidad y sinceridad.

Michelle Williams encarna convincentemente, a una madre desequilibrada, refugiada en el piano para huir de la dolorosa realidad. Paul Dano le da la perfecta réplica como ese padre, ensimismado en su mundo, pero bondadoso.

El director que nos ha marcado a generaciones con su filmografía, realiza un film sobre su vida con la maestría técnica habitual, con cierto tono autocomplaciente, pero mostrando que gracias a un pequeño choque de trenes, el cine ganó a uno de los grandes genios como creador de emociones.

Carlos Muñoz