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Unas Navidades extrañas

Cuentos de Navidad del colegio Huertas Mayores

Los alumnos y alumnas de 6ºA de Huertas Mayores
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Era Navidad y como todos los años habían montado un mercado navideño en la calle Montaner. Según la previsión del tiempo, dijeron que estas Navidades serían muy blancas, así que Hugo, un niño al que le encantaba la Navidad se puso una ropa abrigada y salió corriendo al parque.

Una vez allí, empezó a hacer muñecos de nieve y al poco rato vinieron sus amigos: Adrián y Paula. Los tres juntos hicieron un muñeco de nieve enorme que llevaba puesto: dos piedras como ojos, una bufanda, una zanahoria como nariz y unos palos para brazos. Un señor mayor con barba blanca y larga nos preguntó:

– ¿Qué haríais si el muñeco de nieve cobrara vida?
Nosotros le respondimos:
– Jugaríamos con él y lo llevaríamos a ver lo luminosa que está la ciudad en Navidad.
Unos minutos más tarde nos pusimos a merendar y nos dimos cuenta de que había alguien detrás de nosotros y nos dimos la vuelta. Detrás estaba el muñeco de nieve, que había cobrado vida. Enseguida pensamos que ese señor era un mago, y el único mago que podía haber en Navidad era Papá Noel. Bueno, también los Reyes Magos, pero en este caso era solo una persona.

¡Era increíble! Íbamos a llevarle por toda la ciudad.
Primero fuimos a la plaza del mercado, donde había un gran árbol de Navidad lleno de luces. Luego fuimos al mercado a ver si le gustaba algo al muñeco de nieve. Fuimos de tienda en tienda y al final le compramos un gorro de Navidad. Ya era muy tarde y nos tuvimos que ir a casa. Yo me fui corriendo con el muñeco de nieve y en el camino le puso nombre: después de darle vueltas a la cabeza, le llamé Blanco. Al llegar a casa tenía muchas ganas de presentarles a mis padres a Blanco, pero pensé que dejaría la casa llena de nieve, así que lo llevé al jardín y se lo presenté a mis padres desde la ventana.

Ya era la noche de Navidad y venía Papá Noel, pero al día siguiente tendría que volver a dejar a Blanco donde lo habíamos creado y eso me apenaba mucho, pero había que ser fuerte. Me fui a la cama y me dormí. Estaba amaneciendo cuando bajé a ver el árbol de Navidad. Había una montaña de regalos. Desayuné y fui a abrirlos. Me trajeron el coche a control remoto que quería y a Blanco u patinete que le había pedido. Llegó la hora, tenía que dejar a Blanco en el parque, incluso vinieron mis amigos. Le dijimos adiós, nos despedimos y le dijimos hasta el año que viene. Me puse muy triste, le gaurdé el patinete para que el año que viene juegue con él.

Y esta fue la historia de mis Navidades pasadas, pero a ver cómo serán las de este año.

Xiara Vega Aguado 6ºA

Navidad inimaginable

 

¿Os habéis preguntado alguna vez qué pasaría si Papá Noel perdiera sus renos? Pues sí, pasó hace mucho tiempo, Papá Noel iba repartiendo regalos por una ciudad de Navarra llamada Tudela. Le tocaba repartir carbón a un niño llamado Mario. Él era una mala persona, que odiaba ayudar a los demás y aún odiaba más compartir sus cosas. En cambio, su madre era una amable persona. Ella cocinaba genial, por eso ese día cocinaba sus famosas galletas de chocolate de Papá Noel.

Cuando estaba a punto de llegar, un fuerte resplandor cegó a los renos que conducían el trineo y chocaron contra la alta chimenea de un barrio llamado Azucarera. Eso hizo que los renos se perdieran. Mario estaba dormido, pero al oir el impacto del trineo contra el suelo se despertó y fue a ver qué pasaba. El trineo estaba destruido y Papá Noel caído en el suelo.

– ¿Papá Noel?- Preguntó Mario
– Sí, Mario. Ayúdame a levantarme por favor – Le respondió

Mario, por una vez en su vida, se dispuso a ayudarle mientras Papá Noel le contó lo ocurrido. Mario sorprendido fue a despertar a su madre y entre todos se fueron a buscar a los pobres renos perdidos.

Encontraron dos de los ocho en los alto del monumento Corazón de Jesús. Tuvieron que subir tantas escaleras como regalos había en la bolsa de Papá Noel. Los cuatro siguientes estaban en el Puente del Ebro, y los dos últimos en la terraza de un bar.

– ¡Muy bien, Mario! Has salvado la Navidad – Le dijo.
-¡Uy! Mario, ya es hora de dormir – le afirmó su madre.
– ¡Buenas noches, Papá Noel! – Contestó Mario que se sentía especialmente contento, como cuando haces algo por los demás, ese sentimiento un poco extraño en él pues no estaba acostumbrado.
– ¡Buenas noches, Mario! – Le conestó Papá Noel.
Al día siguiente, Mario se despertó y vio bajo el árbol muchos regalos que Papá Noel le había dejado.

6º B

El árbol de los recuerdos

Howlis era un pueblo pequeño, no con mucha gente, pero famoso pro sus preciosos paisajes nevados y su temperatura helada. La mayor parte del terreno de Howlis es naturaleza, es decir, montañas, colinas, bosques.. Y un bosque muy famoso allí, el Bosque Blanco, también es llamado el Bosque de Nata, por su gran terreno nevado y escarchado.

El pueblo se sitúa entre un valle y una montaña elevada. La casas son blancas y marrones, con grandes chimeneas por donde sale el humo de los hogares que utilizan para calenarse.

Nuestra protagonistas, Stacy Wilson, vivía en una de esas casas junto a su padre, pero en Navidad le dejaban una semana libre para pasar más tiempo con su hija, ya que las Navidades eran para estar en familia.
Estas Navidades fueron diferentes…

– ¡Papá, que ganas tengo de poner el árbol! Serán unos momentos únicos como todas las Navidades- aclaró Stacy mientras mordía su chuleta de carne, ya que estaban terminando de cenar en el gran comedor de su casa.

Su padre le dedicó una sonrisa sin más. Stacy lo miró fijamente y notó algo raro en su rostro. Ella conocía muy bien a su padre y sabía que le encantaban las Navidades.

-Oye, ¿estás bien?-preguntó
-Sí, bueno…
-Te veo raro, sé que te pasa algo. Dímelo-la chica le miró fijamente de nuevo con una cara de no creerse lo que le había dicho.
Su padre suspiró y añadió:
-No quiero que te desilusiones, pero si quieres saberlo…-hizo una breve pausa: – Escucha: estas Navidades no voy a poder estar contigo. Tengo trabajo.
-¿Trabajo?¿En Navidad?
-Pues sí, lo siento cariño. Tengo que trabajar más para ganar dinero y poder pagar la casa, ¿sabes?
-Pero estamos bien aquí-dijo con un tono de voz más leve.
-No te creas que estamos tan bien, tenemos algunos problemas con la casa.
-Papá, ¿por qué no me lo dijiste antes?
-No quería preocuparte, Stacy. Bastante tengo por hacer.

Al terminar de cenar, Stacy subió a su habitación mientras pensaba en los momentos que acababa de compartir con su padre. Risas, bonitos recuerdos…

A la mañana siguiente, la niña bajó a desayunar esperando ver a su padre preparando el desayuno. Había una nota encima de la mesa que decía: “Buenos días, cariño, te he preparado el desayuno, solo calienta la leche. También he bajado el árbol para que lo montes si quieres. Un beso, tu padre”.

Stacy suspiró apenada, pero desayunó, hizo sus tareas matutinas y llegó la hora de montar el árbol. Con la ayuda de su padre sería mucho más fácil, pero qué se le iba a hacer.

Le costó un rato ponerlo de pie, pero en cuanto lo hizo, se maravilló al ver la imagen de un gigante colosal con sus pequeñas y delicadas ramas conectadas con hojas tan finas como el papel. El árbol desprendía un aroma a calma, mientras destacaba su color verde en el salón, y si lo decoraba aún destacaría más.

Pasó el tiempo poco a poco, y en hora y media, el gran árbol navideño quedó decorado de la copa hasta los pies con bolas de colores brillantes en las que se veía el reflejo claro de la casa y alrededores. También los espumillones se enredaban entre sus ramas.

Stacy cogió una silla y sin saber qué hace se quedó en el comedor contemplando el árbol que ponían todos los años. Pero en ese momento, unas chispas radiantes empezaron a flotar por el árbol de un lado para otro. Ella se levantó de la silla y siguió esas chispas que se metieron en una bola roja. La chica, desconcertada, examinó la bola con detalle y comprendió que lo que se había metido dentro de la bola, no era ni más ni menos que unas pequeñas luciérnagas. Tocó la bola y como por arte de magia, apareció en un paisaje nevado que conocía muy bien. El Bosque Blanco.

-¡Qué hago aquí!-exclamó preocupada.
No sentía frío, pues hacía la misma temperatura que en su casa a pesar de estar todo nevado, por eso se llamaba así el bosque. Detrás de ella escuchó voces y giró la cabeza. Dos figuras se aproximaban. Stacy se escondió detrás de un pino mietras las siluetas se acercaban. Una de ellas… ¡Era su padre!¿Pero, que hacía allí? Al ver la otra pequeña figura se percató de que… ¡Era ella! Pero con unos cinco años aproximadamente. Stacy se quedó boquiabierta viendo la escena.

-Papi, papi… ¿Qué vamos a hacer?-preguntó la pequeña Stacy.
-Vamos a talar un árbol para estas Navidades… Para tenerlo siempre con nosotros, -le contestó el padre.
-Pero está mal talar árboles…
-No te preocupes lo volveremos a plantar. Si dejamos unas semillas pueden crecer otros.
-¡Qué guay!
Y empezaron a talar el árbol. El mismo que acababa de decorar. Se acercó poco a poco a su padre y le dijo.
-¡Hola!

Pero él no la escuchaba. Lo intentó tocar y cuando lo hizo… Se desvaneció poco a poco como arena del desierto. Lo mismo que la figura de Stacy que pensó que ese momento ya lo había vivido. Y entonces algo le impulsó fuera de la bola. Y volvió a salón de nuevo. Las luciérnagas salieron de la bola y se metieron en otra. Ella seguía sin creerse lo que le había pasado, el árbol la había teletransportado a un recuerdo del pasado. Por eso, decidió tocar la bola donde se habían metido las luciérnagas… Y ocurrió. Regresó a un recuerdo de cuando tenía siete años. Estaba junto a su padre preparando un pastel navideño. Ella no sabía qué hacer así que batió los huevos con la cáscara y todo salió por los aires, manchando toda la cocina. Comentó a reír con su padre. Entonces el recuerdo se esfumó y ella salió de la bola. ¡Cómo le gustaba recordar aquellos buenos momentos!
Las luciérnagas siguieron volando hasta una bola azul y la llevaron al recuerdo de cuando se vio tumbada junto a su padre sobre la suave hierba de la colina, mirando las estrellas.
Fue salando de recuerdo en recuerdo durante el día. El último que vio fue la cena de la noche anterior. ¡Qué bonito recordarlo! Era increíble todo lo que había almacenado el árbol durante todos estos años. Stacy estaba más feliz que nunca.

-¡Riiingggg!
Sonó el timbre y eso hizo salir a la niña de sus pensamientos. Abrió la puerta y allí estaba su padre que había vuelto de trabajar.

-¿qué has hecho?¿Qué tal te ha ido?-le preguntó su padre.
-Muy bien, he estado mirando el álbum de fotos de los recuerdos navideños. El día se me ha pasado volando. Te estaba esperando para cenar.
-Lo siento por no poder prepararte la cena, cariño, podemos cenar ahora. No sabía que iba a regresar tan tarde de la oficina.
-No pasa nada. Venga, cenemos.

Y así, el árbol volvió a añadir un nuevo recuerdo.

Vega Lizaso 6º C

Los espíritus

Una mañana de invierno, una niña llamada Lucía despertó con una extraordinaria actitud positiva ante la vida, faltaba poco para Navidad y la ciudad entera estaba tan entusiasmada por celebrarlo. Lucía se levantó, desayunó y se preparó para salir con su madre a comprar los preparativos para el día tan esperado. Cuando estaban de camino a casa, Lucía notó un dolor muy fuerte en el corazón.
¡Auch! – gritó Lucía.

¿Qué te pasa , te encuentras bien? – preguntó su madre asustada.
No sé mamá, me duele mucho en una parte del corazón – respondió.
¿Estás segura? Vámonos rápido a casa y te acuestas un rato en la cama.

Una vez de vuelta a casa, la madre no pudo entender la causa de su dolor porque el dolor a cada momento se le pasaba y luego volvía. En el momento en que ella se iba a dormir,
empezó a escuchar unas vocecitas a modo de advertencia contándole sobre lo que iba a suceder en el futuro y Lucía se asustó mucho pero se armó de valor, se quedó en silencio y se puso a escuchar atentamente lo que decían esas vocecillas.
Eres la elegida Lucía… solo tú puedes vencerlos…, necesitamos tu ayuda… – susurraban continuamente.

Al día siguiente se fue a una biblioteca para saber cuál era la razón por la que escuchó eso. Escogió un libro llamado: “No eres tú, son ellos”, se leyó el resumen del libro y le llamó mucho la atención porque tenía mucho que ver con lo que le estaba sucediendo. Comenzó a leer y cuando ya iba por casi la mitad del libro descubrió que lo que estaba escuchando eran las voces de varios espíritus del mal queriendo, sabotear el espíritu navideño. A continuación vio como podía con ellos, y lo primero que tenía que hacer fue un ritual para poder comunicarse con los espíritus. En una parte del libro ponía una advertencia: “Deberá de empezar a las 12 p.m, si no lo haces a la hora exacta, sufrirás las consecuencias y se desatará el mal sobre tí”.

Lucía estaba tan asustada que no podía parar de pensar en eso, así que cogió todos los materiales que necesitaba y se puso manos a la obra. Agarró un despertador y puso una alarma una hora antes de la hora señalada. No lo hizo en su propia casa, sino.que se coló en una biblioteca que había cerca. La niña al ser tan inteligente ya tenía todo asegurado por si las cámaras de seguridad la detectaban en algún lugar. Se metió en lo conductos de ventilación, mientras pasaba por ahí notó que un vigilante estaba pasando cerca de ella pero el guardia notó algo extraño a su alrededor, así que sacó la linterna y dijo:
¿Quién anda ahí? ¡Sal de donde estés!

¡Cálmate Lucía, cálmate, tú sigue! – se dijo a ella misma.
Ya faltaba poco para que fueran las 12, menos mal que ella ya estaba lista para hacerlo. Llegó la hora, suspiró y dijo: “Multiplus faroplitus”, así estuvo hasta que consiguiera escuchar de nuevo los susurros. Pero de pronto, se trabó, paró y entonces pudo escucharlos, y se teletransportó a otra dimensión, la cual era muy diferente a su mundo, la Tierra.

Todo era muy extraño, cada cosa que tocabas se transportaba a otro lugar, las agujas de los relojes se movían sin parar, por esa razón cuando eran las dos de la tarde cenaban, de mañana comían y de noche desayunaban; varios autos eran eléctricos, flotantes y viejos pero funcionaban. El lugar era muy loco, en los supermercados parecían sacados de los dibujos animados, las comidas estaban podridísimas pero a la vez deliciosas, nada tenía sentido en este mundo.

¡Esto es de lo más raro! Pero tengo que seguir para poder encontrar a los malignos espíritus – se dijo.

Buscó, buscó y buscó hasta que de la nada se volvió a teletransportar, pero esta vez apareció en una cueva mágica. Lucía caminó sigilosamente y escuchó voces hablando sobre la proximidad de la destrucción navideña. Sin miedo cogió un par de armas raras que servían para retenerlos, así poder tener la oportunidad de hablar con ellos y saber el porqué querían destruir la Navidad.

¡Ajá! Os pillé – gritó Lucía.
¡Aaaaa! ¿Qué está sucediendo? – respondieron espantados.
¿Por qué estáis planeando arruinar la Navidad por completo? – preguntó Lucía al instante.
¡Y a tí qué te importa niñata, no lo entenderías! – respondieron.
¡Claro que sí, aunque sea una niña no significa que no os pueda entender! – contestó molesta.

Las palabras de Lucía salían desde el corazón, lo que provocó que casi se le saltaran las lágrimas de la gran satisfacción que sintió en ese momento. Esto provocó que los espíritus accedieron a contarle el motivo a la pequeña.

Bueno, hace mucho tiempo que nos hemos pasado la vida sintiendo la soledad y sobre todo en Navidad – le contó uno de ellos tristemente.
¿Y por qué nadie os habla? – preguntó.

No lo sabemos pero seguro que será por nuestras pintas, ¡mira cómo somos!
Ohh ya veo… no os sintáis así, es normal que alguien se sienta inseguro de sí mismo, pero os tenéis los unos a los otros, ya veréis que con el tiempo conseguiréis amigos, así como ya me tenéis a mí de amiga – les contestó para animarles.
¡Ooohh! Gracias Lucía – respondieron todos a la vez.

De ahí amablemente los nuevos amigos de Lucía le transportaron a su mundo y el lugar donde vivían sus nuevos amigos, la Cueva Mágica, la decoraron con un montón de adornos navideños. Así es como el mundo entero pudo celebrar las mejores navidades de sus vidas.

Keisy Isama 6ºD