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Periódicos, por Alfonso Verdoy

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A más de una persona el título de este artículo le parecerá obsoleto, pues se dirá, ¿para qué esos manojos de hojas dobladas con escritos muy largos, cuando los mensajes de las redes sociales son tan breves?, breves y suficientes, pensará, así que la prensa escrita tiende claramente a desaparecer. Claro que falta por ver si esos mensajes de las redes son fiables, han sido contrastados, y cumplen los requisitos de la ética informativa

Pero tiene razón en lo de la decadencia; ello supondrá pérdidas económicas a las editoriales, pero sobre todo disminuirá nuestro capital de humanidad, que es el más importante. Coger un diario y hojearlo es regresar a un ámbito donde uno se siente libre y poseedor de todas las informaciones, ya que las lleva bajo el brazo, y le invaden las ganas de desplegarlo ante sus ojos, porque siente que eso es un acto de autonomía sin que nadie le marque el horario de leerlo; lo elige él, y por eso los periódicos nos hacen sentirnos dueños de las noticias y de nuestro ser, así que nos sentamos tranquilos a leerlos y olvidados de toda prisa, experimentando un suave relax en esos momentos.

Así como ante la tv o la radio no nos queda otra que disponernos a lo que nos vayan a contar, en la prensa somos nosotros los que nos contamos las noticias; les ponemos nuestra voz, nuestros sentimientos, nuestro ritmo y nuestro orden, pues los informativos de los medios van todo seguidos y no podemos parar cuando queramos, sin embargo en la lectura podemos saltarnos las hojas, detenernos para reflexionar sobre lo leído, buscar otros temas o dejar los escritos para otro momento, mientras que en los medios de imagen o hablados no tenemos más remedio que seguir el orden que ellos imponen, encadenados a estas nunca mejor llamadas cadenas, que con su aire de progreso y tecnología nos mantienen atados a sus comunicaciones. Y si por lo que sea perdemos unas palabras o unas imágenes no podemos volver atrás, mientras que la prensa escrita la podemos volver a leer y repetir tantas veces como queramos.

Además, el periódico no necesita de la corriente eléctrica ni de unas pilas que-mire Vd. qué mala suerte- hoy están agotadas y no tengo en casa repuestos. En resumen, con el periódico podemos elegir el sitio y el momento, el ritmo de lectura y el orden, podemos leerlo entero o solo lo que nos gusta, hacerlo todo seguido o fraccionado, a la vez que nos permite hacer pausas para reflexionar, en fin, que es un baño de libertad en estos tiempos tan atosigantes. Demasiadas cosas buenas para dejar que desaparezcan.