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Carta a las brujas, por Pepe Alfaro

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Queridas brujas:
Ya sé que hay mucha gente que no cree en vosotras. El dicho gallego “no creo en las brujas pero haberlas, haylas” es una buena prueba de vuestra existencia. Y las denominaciones peninsulares “brujas, meigas, sorgiñas” indican, en diferentes lenguas, detalles de vuestra amplia distribución geográfica. Por aquí, las hemos tenido, y las tenemos, cerca. Por citar algunas de las localidades, ahí están Bargota, Trasmoz o Zugarramurdi, que, en vuestra memoria, tienen museos y organizan jornadas culturales para recordaros.

El que os dibujen malcaradas y con una enorme verruga en la nariz es un simpático estereotipo que se repite en disfraces y carnavales, aunque se ha impuesto la importada moda de halloween, que no sé qué pinta aquí teniendo como tenemos nuestra propia tradición brujil, mucho más rica que la del allende. Con todo, muchas de vosotras fuisteis bellísimas, lo que motivó que acabaseis en la hoguera por oponeros a los apetitos sexuales de la llamada “gente de bien”, compuesta generalmente por “gente de mal”, entre los que se contaban los llamados “prohombres”, que presumían de una respetabilidad de la que carecían.

El término “bruja” ha vuelto a escucharse en el Congreso de los Diputados. Y es que “algunos irrespetuosos prohombres” quieren resucitar la “caza de brujas”

Ahora el término “bruja”, en su sentido más peyorativo, ha vuelto a escucharse en el Congreso de los Diputados. Y es que “algunos irrespetuosos prohombres” quieren resucitar la “caza de brujas”. Sin ir más lejos, un Diputado (“de cuyo nombre no quiero acordarme”), nada menos que “juez y especialista en Derecho Canónico” llama “bruja” a una diputada. Y, claro, ese “representante del pueblo”, sin duda nostálgico de la Inquisición, se niega a salir, pese a ser expulsado del hemiciclo, tal vez porque entiende que un juez sancionador no puede ser un juez sancionado. Y es que hay jueces que sólo entienden la Justicia cuando las sentencias van contra los demás. Así nos va últimamente con la Justicia. Está claro, queridas brujas, que, tal como están las cosas y puestos a elegir, es preferible un buen Aquelarre que un Congreso de los Diputados.

Por supuesto, no es lo mismo ser bruja (mujer malvada, de aspecto repulsivo…que dice la RAE) que brujo (hechicero o persona dotada de poderes mágicos), porque aún subsisten usos del pasado que castigan al género femenino, como ocurre con “mujer pública” y “hombre público”. Bueno, entre la gente, aún se usa el admirativo “eres una bruja”. Y, ahora, junto al movimiento reivindicativo Me Too (Yo También) para denunciar las agresiones y abusos sexuales, se está consolidando el “Soy una bruja”.

En fin, queridas brujas, vosotras que poseéis la ecológica escoba para viajar, que denunciáis los abusos machistas, que algunas escribís Poesía, y que os consideráis más brujas desde que el innombrable juez resucitase el término, vaya mi admiración y mi cariño. Me apunto: “Soy una bruja”.