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Rafael González Ruiz, licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, llegó a Corella como profesor. Los años en los que impartió clase en la actual EASDi fueron suficientes para enamorarse de la ciudad y sentirse en ella como uno más. No lo dudó y decidió emprender su propio proyecto artístico poniendo en marcha un estudio de dibujo y pintura por el que han pasado varias generaciones de corellanos atraídos por el arte.
De niño, recuerda, le gustaba pintar. «Tenia un tío abuelo que me regalaba láminas, me compraba pintura y demás. Me fue entrando la afición y cuando tocó decidir que quería hacer me metí en Bellas Artes». Desde entonces nunca ha dejado de pintar. Clases, cuadros, exposiciones, encargos. Su trabajo es conocido y reconocido, pero ha sido gracias al mural que ha pintado en la Plaza de España de Corella cuando su nombre y su obra ha traspasado las fronteras de la localidad y de Navarra. No era algo nuevo para él, reconoce. «He hecho algún que otro trampantojo en el patio de la casa las cadenas, donde estaban las caballerizas, representando unos caballos, un mural con un camino que va hacia el Moncayo, y alguna cosa más a nivel particular».
Lo que sí ha sido extraordinario en este caso han sido las dimensiones y las circunstancias de la obra. Han sido bastantes meses de trabajo. Ha habido frío, ha habido nieve, lluvia, y viento en muchos días que han condicionado el desarrollo del trabajo. Las primeras pinceladas llegaron a principios de septiembre de 2020 y el colofón llegó el 21 de abril, cuando comenzó a retirarse el andamiaje y la lona que había estado ocultando una obra que, desde entonces, deslumbra a quienes pasean junto al ayuntamiento de la localidad.
Como todas las obras, explica, comenzó con un lienzo en blanco, en esta ocasión una fachada para la que el ayuntamiento buscaba ideas. «Viendo el entorno, pensé hacer unos balcones y unas ventanas cerradas y preparé unos bocetos. Pero al poco tiempo nos confinaron. Hable con la concejala de Cultura, Pili Pérez Gil, y me planteó si podíamos darle sentido a la obra con todo lo que hemos vivido y, en cierto modo, homenajear a las víctimas».
Bastaron esas palabras para que el genio artistíco de Rafa abriera puertas y ventanas y comenzara a dar vida a los balcones de su obra con ancianos, niños, parejas y jóvenes, Los balcones simbolizan todo lo vivido, resume el artista. «Desde el chico que está trabajando telemáticamente y ha salido a tomar un café de descanso, la chica que cuida las plantas, la gente que ha aprendido a hacer postres y a cocinar, los abuelos, que han sido uno de los más colectivos perjudicados, los niños haciendo sus travesuras, la chica que espera a que llegue la hora de sacar al perro y una persiana cerrada que simboliza a quienes han muerto y homenajea a las víctimas».
A nivel técnico uno de los mayores retos de la obra ha sido aportar al mural una perspectiva que sorprende a quienes miran el trabajo de Rafa y descubren que el tejado no es más que otro más de sus trampantojos. «La gente ha quedado impactada. Me dicen que les gusta mucho y todo el mundo me felicita. Dicen que da claridad a la plaza, luminosidad. Y bueno, están todos contentos y parece que, por primera vez, va a conseguir que haya una opinión unánime en torno a al arte», concluye.
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