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Hablar y hacer

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Una de las máximas de Sócrates era la de “conócete a ti mismo”, porque de ese modo se alcanzaría la sabiduría y la felicidad. Por ello, desde entonces el ser humano ha procurado más o menos acertadamente llegar hasta su propio fondo. Y el camino principal ha sido la introspección, la reflexión intimista, aunque también se han dado otros intentos distintos, pero sin ser conscientes de que podrían ser más eficaces.

Las cosas empezaron a cambiar a mediados del siglo XX, cuando se asentaron las aportaciones de tres pensadores fundamentales, sin los cuales no se puede entender nuestra cultura, y a los que el filósofo francés Paul Ricoeur llamó los “maestros de la sospecha”. Hasta ellos se creía que nuestra conciencia, si se lo proponía, era capaz de dar una imagen acertada de nuestro yo, idea que desmontaron estos tres pensadores.

Para conocernos, no hemos de analizar nuestros pensamientos, sino nuestra vida

Marx, el primero de ellos en cuanto al tiempo, vino a decir que nosotros no éramos los dueños de nuestros pensamientos, sino que estaban provocados por la infraestructura económica en la que vivíamos. Casi a continuación, a finales del siglo XIX, Nietzsche afirmó que estamos obnubilados por la voluntad de poder, de querer dominar en nuestro ámbito, razón por la que lo que pensamos no brota limpiamente de nuestro yo, sino de esa pasión dominadora. Y por último Freud sostuvo que lo que nos gobierna no es la conciencia clara y limpia, sino ese subconsciente que se las arregla para que, muchas o pocas veces, nos engañemos. Así que si solo nos miramos a nosotros mismos no llegaremos nunca a vernos, tapados como estamos por esas nubes tan opacas.

En consecuencia, para lograr la máxima socrática no hemos de buscar en nuestros pensamientos, sino en nuestra vida, analizando más que lo que hemos pensado lo que hacemos, lo que hemos hecho y también lo que hemos dicho, porque hablar es una manera de hacer. El autoconocimiento, afirma el citado Paul Ricoeur, pasa por la vía larga, por examinar hechos y dichos, por contemplar la historia de cada uno tratando de explicarla, interpretándola en función de todas las circunstancias que la rodean. Es lo que defiende la filosofía hermenéutica, porque es lo más acertado y lo más seguro.

Alfonso Verdoy