Carlos Aurensanz
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Carlos Aurensanz camina bajo el sol de mayo en Tudela. Bajo el brazo un libro completa la estampa del escritor. Es el «Tejido de los días», la novela que vio la luz el pasado 11 de marzo y de cuya lectura han disfrutado miles lectores conquistados por las historias de Julia y Antonia, el ambiente de postguerra de las calles de Zaragoza y esos ingredientes secretos con los que el escritor tudelano acostumbra aderezar sus historias.

Con esta novela, Aurensanz aprovecha para tomar aire, separarse de su pasión por el relato histórico, y adentrarse en un terreno en el que da más margen a su imaginación como ya hiciera con «La puerta pintada». De todos modos, explica, «El tejido de los días» es una novela que surge de una historia real, «una peripecia vital a la que tuve acceso y que está en el centro de la trama de la novela», reconoce.

La narrativa del autor tudelano se encarga de rodear la historia de ficción, alejándose del relato autobiográfico y adentrando al lector en el apasionante relato de una protagonista que tuvo la desgracia de vivir su infancia en la Guerra Civil y la posguerra en su juventud, en un momento absolutamente difícil para ser mujer en España, recuerda. La novela, confiesa, «reivindica la figura de esas mujeres que consiguieron rebelarse contra el destino que se les marcaba de una manera muy puntual y prefirieron seguir un camino diferente al que tenían trazado en esa España de los años 50, recién acabada de la guerra e implantado un nacional catolicismo a ultranza que reivindicaba muy poco el papel de la mujer fuera del rol como esposa y madre».

Pero «El tejido de los días» es mucho más que eso. Aurensanz prefiere hablar del protagonismo coral de una historia con la que ha querido abarcar los aspectos sociales de la época. «El epicentro de la novela es la mansión de los Monforte, una familia acomodada de Zaragoza, que acoge a la protagonista, una chica que llega del pueblo a servir y donde encuentra un elenco de personajes que son los que confluyen en el eje de la trama y dan forma a las distintas historias de la novela».

Esa chica, Antonia, estaba llamada a protagonizar el relato del escritor tudelano hasta que Julia, un personaje llamado a tener un papel secundario, fue cobrando vida propia en el proceso creativo del autor. «Soy un escritor que cuando empiezo con el proceso de escritura sabe lo que va a contar en cada capítulo y cómo va a acabar la novela. Está todo muy estructurado. Pero conforme he ido avanzando en esto de la literatura he ido dando más libertad a mis personajes para que a lo largo del proceso de escritura busquen su camino y es lo que me ha pasado con Julia, un personaje al que le he permitido adoptar actitudes y maneras de comportase que no tenía previstas. Me he dejado llevar por su evolución y esto ha dado lugar a que haya adquirido mayor importancia en la historia, compartir el protagonismo de la novela y ocupar la portada del libro».

Una mansión reflejo de la sociedad de Zaragoza

La Mansión de los Monforte es el epicentro de una novela. En sus pasillos, salones y habitaciones se entrecruzan las vidas de sus personajes tratando de reflejar la sociedad de la época. «En la mansión conviven los propietarios y la panoplia de personajes que compone el servicio. Chófer, doncellas, institutriz, niñera, el portero de la finca, personajes solo tienen acceso a comprobar como vive una familia acomodada como los Monforte, una familia con posibilidades liderada por un abogado cercano al régimen y que ha colaborado con el bando nacional en la Guerra Civil mientras ellos viven una realidad muy diferente con la que trato de mostrar esa dualidad que traslado a la sociedad zaragozana de aquel momento de la posguerra y como funcionaba aquella ciudad de los años 50, haciendo un retrato fidedigno y cuidando mucho el detalle».

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