A lo largo de estos veinte años que hace poco he cumplido escribiendo en esta sección, he observado films que se acercan al mundo de la enfermedad desde perspectivas diferentes, unas más superficiales, otras para el lucimiento del actor o actriz en cuestión, y otras que dejan huella como ésta. En esta ocasión, el dramaturgo Florian Zeller junto con el guionista Cristopher Hampton, adaptan su propia obra teatral, con la novedad de mostrar el deterioro de la memoria desde la propia visión de un anciano, que va perdiendo sus recuerdos, las referencias de su existencia. El film lo protagonizan: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Rufus Sewell.
Anthony (Anthony Hopkins) es un enfermo de Alzheimer, que poco a poco experimenta como sus recuerdos se van confundiendo. Este anciano cree que todavía puede apañárselas solo, a pesar de que su hija Anne (Olivia Colman), le insiste en la necesidad de estar acompañado. Anthony busca excusas para rechazar asistentas: son demasiados estrictas, le roban el reloj… Ante una nueva candidata, Laura, (Iomogen Poots), se muestra simpático con ella por recordarle a su otra hija, y al mismo tiempo aprovecha para humillar a Anne por querer dejarlo tirado por irse a Paris a vivir con su novio Paul (Rufus Sewell).
A medida que pasan los días, el deterioro de la memoria avanza inexorablemente, la confusión, la desorientación se va abriendo paso y conduciendo al personaje a un camino sin retorno…
El gran acierto del debutante Florian Zeller, es situar al espectador dentro del punto de vista del protagonista, y así experimentamos la misma confusión, la desorientación, angustia cuando las líneas del tiempo presente, pasado se mezclan, cuando unos personajes aparecen y se ocultan. Además de presentar con realismo abrumador los estragos del deterioro de la memoria en el protagonista, el director expone las consecuencias de la enfermedad en los familiares, en una hija, que no sólo sufre por la impotencia ante la enfermedad, sino por la propia incomprensión de aquel a quien está perdiendo. El guion con sorpresas, giros milimétricamente establecidos, va atrapando al espectador emocionalmente sin caer en el sentimentalismo barato.
Anthony Hopkins realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera, plasmando en una misma escena la facilidad para pasar de la risa al llanto, del cinismo a la amargura. A su lado, Olivia Colman, con menor protagonismo está inmensa, capaz de mostrar un amplio espectro de emociones con una simple mirada.
En conclusión, un film duro sobre la pérdida de la memoria, un viaje donde las horas ya no las marca ese reloj que busca sin cesar el personaje, sino el olvido, y donde sólo cabe aferrarse a vivir el instante.