Navarra es la autonomía estatal con mayor porcentaje de voto progresista (la suma de PSN-PSOE, Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e IE volvió a superar el 60% en las últimas elecciones forales). Es por ello que resulta paradójica la falta de políticas de izquierdas en un Parlamento de Navarra que cuenta con 30 de sus 50 escaños en manos de fuerzas que se dicen de izquierdas.
Pero las políticas del Gobierno de Navarra, de «centro progresista» según la feliz afirmación de la parlamentaria Marisa de Simón, son de todo menos de izquierdas. Y es que el ejecutivo que lidera María Chivite no apuesta por la revisión de un sistema fiscal injusto (y no apoya lo que debiera a la Educación pública) y sin embargo lo hace con vehemencia por proyectos como el Tren de Alta Velocidad
Era lógico barruntar que las políticas económicas y fiscales girasen hacia el centro porque los dos principales partidos que conforman el Ejecutivo foral cuentan con un discurso más socioliberal que socialdemócrata: el PSN-PSOE y Geroa Bai. Por eso hubiese sido importante que las otras tres fuerzas progresistas, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra, se hubieran unido para utilizar su ‘capacidad de veto’ (12 escaños) en llevar al Gobierno foral hacia la izquierda.
Pero Podemos decidió entrar en el Gobierno a cambio de una cartera menor y esta situación, amén de la creciente moderación morada a cuenta de su entrada en el Ejecutivo estatal, dejó en minoría a dos partidos que hubieran podido utilizar abstenciones interesadas para ‘castigar’ al Ejecutivo: Euskal Herria Bildu e Izquierda-Ezkerra, que son los únicos que parecen mantener un discurso económico alternativo en las Cortes forales.
Estrategias ‘nacionales’ que benefician y perjudican al progresismo navarro
Javier Esparza acusaba hace unos días al PSN-PSOE de rendir «pleitesía» a Euskal Herria Bildu, que según la tesis regionalista proporciona apoyos a María Chivite a cambio de favorecer a la construcción nacional de Euskal Herria. Pero lo cierto es que el pacto que une a estas dos fuerzas nada tiene que ver con Repúblicas vascas y otros futuribles.
Porque este acuerdo se fundamenta en la naturaleza del PSOE, que es una descarnada máquina de poder con ideología volátil que sabe adaptarse a las distintas ‘Españas’ con pasmosa naturalidad. Bien lo sabe su gurú estatal, Iván Redondo, que hasta hace unos meses diseñó una estrategia del PSC que buscaba el robo de votos propios de ERC y Podemos mediante los guiños nacionalistas y sociales de Miquel Iceta. Pero unas encuestas invitaron a Ferraz a cambiar de candidato y Redondo disparó la expectiva electoral del PSC mediante el discurso moderado de Salvador Illa, que robó miles de votos en el caladero ‘españolista’ de Ciudadanos.
Esta esquizofrenia ideológica, o un partido con dos almas, también se evidencia en Navarra. Y es que el PSN-PSOE los días pares alardea de progresismo para liderar el Gobierno de Navarra y los días impares apuntala a Navarra Suma en Pamplona. Cierto es que a los socialistas hay que reconocerles que al menos hayan cortado a nivel foral la estrategia de permitir gobernar a UPN, casi por decreto. Pero esta circunstancia, además del legítimo hambre de poder de Chivite, está relacionado con el peso de Santos Cerdán y el PNV en Ferraz durante las negociaciones navarras.
Euskal Herria Bildu por su parte ni mucho menos está en la construcción nacional de Euskal Herria: el proceso vasco está en una fase de hibernación a pesar de la retórica de Arnaldo Otegi en las primarias de la coalición abertzale. En realidad, sus pactos con el PSOE en Madrid y Pamplona se explican por el hecho de que su presente está condicionado por la necesidad de reconciliarse con su pasado (la negociación sobre el final de la lamentable dispersión de presos) y por soñar con un futuro en el poder (Euskadi 2024, que podría suponer la caída del PNV tras casi cuatro décadas de mandatos casi consecutivos).
Es por ello que EH Bildu mantiene su vehemente discurso en Euskadi y lo ha moderado en las otras dos pistas políticas en las que compite: Navarra y Estado. La coalición abertzale saca pecho por conseguir inversiones en Madrid, que es lo mismo que le han criticado al PNV toda la vida, y se traga presupuestos estatales con TAV y financiación de la corona española.
No lo tendrán fácil en el País Vasco contra otra máquina voraz de ganar elecciones: el PNV. Y es que esta fuerza de raíces católicas e identitarias fue capaz en su última asamblea nacional de desplegar un discurso basado en dos ejes: el feminismo y el ecologismo. Este supuesto ecofeminismo (en realidad capitalismo rosa y verde) es una nueva muestra más del olfato de los de Andoni Ortuzar.
La intuición también es un signo característico de Arnaldo Otegi, que ha comprado el pactismo peneuvista, ha rebajado el nacionalismo por ‘la vacuna catalana’ y, al igual que ERC o el BNG en Catalunya y Galicia, ha digerido el discurso regeneracionista y social del 15M tras el desgaste electoral de Unidas Podemos (que en su día estatalizó ciertos discursos de las fuerzas independentistas).
EH Bildu sigue teniendo una mirada económica alternativa al neoliberalismo, puede presumir de ecofeminismo sin postureo, cuenta con unos cuadros medios contestatarios, y tiene un pie en los colectivos sociales y otro en la calle. Pero para ganar en Euskadi deberá hacer ver a la ciudadanía que el ‘oasis vasco’ peneuvista encierra corrupción y gestión privada (especialmente en la Educación, por mucho que la querencia de EH Bildu por la concertada sea una incoherencia).
La coalición, sobre todo, necesita ensanchar su espacio natural con un mensaje integrador que dé cabida a ciudadanos progresistas no vascoparlantes que, desencantados con Podemos y otras fuerzas, encuentren en la coalición un espacio democrático interno real. Pero para ello EH Bildu debe cambiar un presunto asamblearismo que podría encerrar un ‘centralismo democrático’ en el que muchos hablan, pero solo parece mandar uno: Sortu.
Aunque quizás lo que haga sea fichar a caras ligadas con partidos no independentistas, tal y como en Catalunya los de ERC (que han sumado a ex cargos públicos del PSC, Podem y hasta el exlíder de la IU catalana, Joan Josep Nuet). O simplemente a cortejar a personalidades no nacionalistas, tal y como ha hecho la propia EH Bildu en Euskadi alentando la publicación de una carta de apoyo a la coalición que firmaron Javier Madrazo, exlíder de la IU vasca, o Gemma Zabaleta, exconsejera del Gobierno Vasco por el PSE.
¿Y a la izquierda?
El giro al centro en Navarra de EH Bildu y Podemos (que prepara la digestión de Izquierda-Ezkerra), amén de la posición natural de PSN-PSOE y Geroa Bai, aboca a la izquierda a una orfandad política en la Comunidad Foral. No es fácil encontrar asideros que se salgan de una dinámica política que, cierto es, está relacionada con el giro al centro del Parlamento en 2019.
Pero existen algunos elementos que se muestran esperanzadores. El principal es la consolidación en Navarra de un sindicato que se ha convertido en el ‘Pepito Grillo económico’ de Gobierno de Navarra: ELA. Esta central sindical ya marca la agenda de Euskadi, para enfado del PNV, y en la Comunidad Foral va camino de hacerlo.
El denso tejido social navarro, la constancia de algunos medios verdaderamente progresistas (Naiz o Ahotsa) o la existencia de algunas fuerzas extraparlamentarias que podrían dar que hablar (Orain Bai o Anticapitalistas) también son otros elementos que podrían contribuir a que la política navarra gire a la izquierda.
Aunque también es cierto que en el propio Parlamento hay voces progresistas que, aunque hoy subordinen sus tesis a los intereses partidistas, tarde o temprano podrían emprender el camino izquierdista que, con sus luces y sombras, ya toma Gobierno de Navarra en algunas áreas.
Pedro Perez Bozal