El equipo de profesionales de la residencia ha afrontado una situación inimaginable que ha sacado a la luz sus fortalezas
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Las residencias de ancianos han sido uno de los puntos débiles de la pandemia y solo la profesionalidad y responsabilidad demostrada por su personal ha evitado en muchas ocasiones males mayores. Se han encerrado con residentes, han cambiado sus hábitos de vida, se han autoconfinado y, durante mucho tiempo, han sido el único contacto que los residentes han tenido con el mundo exterior. Profesionales y residentes eran una familia que ha estrechado mucho más sus lazos tras los momentos y situaciones vividos.

La experiencia vivida en el Hogar Residencia San José de Corella es solo un ejemplo de las situaciones y momentos que se han dado en los centros residenciales de la Ribera durante este año. Su directora, Ainhoa Gil Pérez, reconoce que han sido unos meses intensos y duros, «pero a su vez esperanzador y gratificante al que tanto el personal como las personas que atendemos se encuentran en buen estado».

Aunque la residencia corellana fue uno de los primeros centros residenciales en tomar medidas drásticas para proteger a los abuelos y abuelas, se vio golpeada de manera directa por la pandemia como muchas otras. «A primeros de marzo, en vista del grave problema de salud global decretada en varios países, y siendo conocedores de casos en España, el centro comenzó a tomar medidas preventivas contra la transmisión del Covid-19. Se creó una unidad para aislamiento respiratorio en la planta baja del edificio que contó con 8 camas, nos aprovisionamos de equipos de protección individual homologados y se tomaron medidas preventivas generales frente a la transmisión del virus. Fue entonces cuando se limitaron las visitas de familiares y salidas de residentes, se habilitaron diferentes turnos en los comedores y quedó suspendido el servicio de estancia diurna», recuerda la responsable del centro.

Sin embargo, estas medidas no impidieron que el 26 de marzo se detectara el primer caso positivo en el centro. «El miedo a lo desconocido y las consecuencias tan graves anunciadas por los medios comunicación, hacían que trabajáramos con mucha presión y estrés. Temíamos por nuestra integridad, la de nuestras familias y la de las personas residentes», asegura Gil.

Corella, como ha ocurrido en otras tantas localidades, se volcó con la Residencia-Hogar. «El ayuntamiento y la brigada estuvieron apoyando en todo momento las necesidades que surgían en el centro. Los profesionales de Centro de Salud nos ofrecieron material de protección individual, atendían y revisaban diariamente a las personas afectadas; las personas voluntarias, corellanos y corellanas, que además de confeccionar mascarillas, batas, gorros…, nos remitían flores, dibujos, tartas y muchos mensajes de ánimo y fuerza, tan necesarios en esos momentos tan duros para el equipo», recuerda como emoción la directora de la residencia.

Fueron semanas en las que tocó afrontar los momentos más duros y complejos de la pandemia, asegura Gil. «Fallecieron 5 personas afectadas por COVID-19. Las despedidas por videollamada en unos casos, o sin contacto en otros, fueron lo más duro que hemos vivido. En un momento tan especial y único, las familias carecieron del tiempo necesario para acompañar verdaderamente a sus seres queridos», recuerda.

La directora de la residencia hogar reconoce que se vivieron momentos de caos generalizado. «No había ninguna directriz ni recursos desde el Gobierno. Solicitábamos test para hacer cribados al personal y residentes, y solamente realizaban a una persona residente y al personal con síntomas. Al mismo tiempo la velocidad de transmisión del virus era muy rápida. En 23 días llegó a afectar a 29 residentes y 9 trabajadoras.
Gracias a la buena provisión y organización del personal, y la entrega del equipo, pudimos sostener el servicio».

La transformación que ha sufrido el centro y la vida que había en él fue radical, confiesa.  «Me parece mentira que tuviéramos que tomar medidas tan duras, que destruyeran la libertad y otros derechos de las personas residentes. Siempre hemos mantenido los espacios de comedor, habitaciones, zonas comunes, jardines… abiertas para su disfrute, con el objetivo de que las personas se sientan como en su casa. Ahora parecemos más un búnker, con el grave impacto que esto está suponiendo en su calidad de vida», se lamenta.

«Cada una de nosotras hemos sentido de verdad lo que es la vocación»

Esta situación ha hecho que el equipo humano y profesional que atiende la residencia hogar estrechara aún más si cabe, sus lazos. «Todo lo vivido ha unido y hecho más fuerte a nuestro equipo. Ha sacado a la luz nuestras fortalezas y debilidades para afrontar algo a los que nunca antes nos habíamos enfrentado. Además de dotar, todavía más si cabe, de sentido la labor que realizamos por las personas mayores. Creo que cada una de nosotras hemos sentido de verdad lo que es la vocación», explica la directora del centro.

Pero no solo ha transformado el interior de la residencia, en el exterior, asegura, se ha puesto en valor la importancia del trabajo del personal sanitario, «un baluarte de nuestra sociedad que debemos mejorar y reconocer. A pesar de la precariedad de sus condiciones laborales, más que constatadas, han entregado sus vidas por cuidar a las personas afectadas, acción que honra y representa la gran profesionalidad y humanidad de estas personas».

También, desea, que seamos conscientes de la importancia de una relación más justa entre el progreso de nuestra sociedad y el medio ambiente. «Hemos vuelto a ver aguas cristalinas en los ríos con la reducción de la contaminación, cómo ha crecido la afición al senderismo y ha disminuido la contaminación acústica en las ciudades,.. me imagino que todo esto ha hecho que también seamos más conscientes de la importancia del cuidado y protección del medio ambiente».

«La sociedad tenía una tarea muy complicada que asimilar y afrontar»

Además de gestionar la residencia hogar San José, Ainhoa Gil ha sido la coordinadora de la comisión COVID-19 que se ha creado en Corella para gestionar el impacto de la pandemia.

Reconoce que como sociedad «no estábamos preparados ni nos imaginábamos la crisis global que iba a acontecer en nuestro país. Tras la descoordinación inicial del Gobierno, y el miedo transmitido a través de los medios de comunicación, la sociedad tenía una tarea muy complicada que asimilar y afrontar», asegura.

Gestionar al situación creada por la pandemia, reconoce, «no ha sido tarea fácil para los Gobiernos central, autonómico y local y encontrar la balanza para frenar los contagios con el menor impacto ha sido un reto».