Como cada Navidad, Paula, Iris y Luna estaban celebrando las fiestas de fin de año juntas. Esta vez cada una desde su hogar, hablando a través de una videollamada, ya que preferían mantener distancias y permanecer en sus respectivas casas. Era ya el cuarto año de sus “navidades entre amigas”.
La historia de cómo estas tres desconocidas se convirtieron en parte de una pequeña familia de hermanas es bastante simple. Todo pasó en una cafetería situada en una de las calles más transitadas de Valencia. Iris trabajaba allí de camarera, Paula tomaba un café con una amiga y Luna leía una extensa novela. Por un descuido, Iris confundió los pedidos, esto les resultó cómico y empezaron a hablar. Una semana después ya eran inseparables.
Se podría decir que las unió el destino y unas desagradables coincidencias: una de ellas era su gran falta de cariño y de personas en su vida. Paula recientemente había perdido a su padre en un desafortunado accidente que apareció en toda la televisión nacional y actualmente se encontraba trabajando en aquella cafetería para ayudar económicamente a su madre, ya que se sentía muy culpable por todos los gastos que suponía el estudiar en la universidad. Iris estaba pasando una mala época en su vida, independizarse la había perjudicado mucho y echaba constantemente de menos a su familia y amigos. Y, por último, Luna estaba en esa cafetería por un azar del destino: en una discusión había perdido toda la relación con sus padres y llevaba ya cinco meses viviendo en un piso de Valencia. Otra coincidencia era que ahora las tres vivían en esa ciudad, a pesar de que Iris era de León y Luna de Alicante.
Esa exótica tradición de celebrar la Navidad entre amigas, y no con la familia, comenzó ese mismo año porque Iris no podía permitirse económicamente viajar y decidieron juntarse en casa de Paula. Durante la noche compartieron regalos: una cámara de fotos para Iris, una guitarra para Paula y unos cuantos libros para Luna. Además, en esa cena se comprometieron a viajar cada año a un país diferente y celebrar allí la Navidad; decidieron que estarían el resto del año ahorrando para poder permitírselo. Fue una noche especial, después de mucho tiempo, las cuatro -incluida la madre de Paula- fueron realmente felices.
En su segundo año viajaron hasta Londres, un lugar muy típico y turístico con el que las tres siempre habían soñado. Visitaron los lugares más característicos, como el Big Ben, el London Eye y el Palacio de Buckingham; cenaron una lujosa cena en un restaurante con unas magníficas vistas a la ciudad, la cual les consumió gran parte de su presupuesto. Debido a eso, recibieron unos sencillos regalos, eso les hizo aprender el significado de esta tradición: convivir con tus seres queridos y crear recuerdos con ellos y no la popular creencia de recibir regalos, algo material que normalmente no tiene ningún significado sentimental.
En este caso, lo más significativo del viaje sí que fue algo material, fueron todas las fotografías tomadas con la cámara de fotos de Iris. En lugar de guardarlas en un cajón y probablemente perderlas u olvidarse de ellas, compraron un cuaderno que decoraron y donde pegaron todas las imágenes para crear un diario de sus viajes.
Un año después, planearon viajar a Roma, donde visitarían los lugares más famosos y lo pasarían en grande. Sin embargo, Paula casi abandona la idea porque a dos meses del viaje, su madre falleció, en su caso por un terrible cáncer de mama. Esto la puso demasiado triste y necesitó la ayuda de diversos profesionales y de sus nuevas amigas para mejorar y superar esas trágicas y recientes pérdidas.
Con mucha ilusión y como herramienta para que Paula se evadiera de su vida, visitaron el Coliseo, el Panteón, la Fontana di Trevi y, para finalizar, el Vaticano. Ese año cenaron unas típicas pizzas napolitanas y pasearon por las calles, observando todos los edificios de la emblemática ciudad. En esta ocasión, también hicieron numerosas fotografías que quedaron plasmadas en su diario de viajes. La enseñanza de esta aventura fue que no es necesario tener grandes lujos, una vida de ensueño o una vida muy complicada, lo único importante es tener salud y personas en las que poder confiar.
Para el cuarto año, las inseparables amigas fueron hasta la gélida Islandia, un lugar muy recomendable en invierno para contemplar las auroras boreales, tan irreales que parecen algo imaginario. En este caso optaron por alquilar durante unos días una cabaña; allí vieron películas, disfrutaron de los conciertos de guitarra que les ofreció Paula, aprendieron sobre la fauna del país de la mano de Luna, y, lo más importante, observaron durante muchas horas ese cielo de ensueño que hasta ese momento solamente quedaba al alcance de la imaginación de cada una de ellas. Por último, pasearon por los alrededores de la cabaña, donde había un frondoso bosque en el que divisaron una familia de osos polares que fue perfectamente fotografiada por Iris y quedó guardada en el diario de viajes. Y esa fue la enseñanza de esa Navidad: por muy complicado que pueda parecer o muy descabellado que pueda sonar, los sueños pueden cumplirse y hacerse realidad, aunque el esfuerzo cueste toda una vida, dará sus frutos y no será en vano.
Bueno, todo se podía cumplir hasta este año 2020, que les ha impedido realizar otro de sus muchos viajes, este caso el destino iba a ser Berlín. Como la situación actual les ha prohibido hacerlo, lo han pospuesto y han celebrado estas Navidades recordando todos estos bonitos e inolvidables momentos que han pasado juntas. Aunque físicamente no lo estén, hablar por una videollamada les ha hecho sentirse muy cerca y no aisladas en ningún momento. Esta amistad les ha cambiado la vida drásticamente y ahora son una verdadera familia. Por eso, a principios de este año, cuando la situación lo permitía, las tres se tatuaron una pequeña aurora boreal en la muñeca, que les hace recordar para siempre su unión y aquel viaje de película.
Realmente, están pasando uno de los mejores momentos de sus vidas, ya que se sienten muy afortunadas porque en su caso esta pandemia no les ha arrebatado a nadie y eso es un gran privilegio. Por eso consideran que la enseñanza de este año ha sido aprender a valorar cosas tan simples como la libertad de poder salir de tu casa, poder tener a tu familia sana o tener la posibilidad de quedar y reunirte con tus amigos.
Desirée Laglera de 4º ESO C