Queridos Reyes Magos:
Soy Abdel, un niño de Siria al que le encanta jugar a baloncesto.
Tenía una hermana mayor que se llamaba Amina, y era muy cariñosa y tímida; también tenía un padre que se llamaba Ayoub y una madre Zainab.
Este año me he portado muy bien, y como recompensa me gustaría que me trajerais algo muy poco común entre lo que suelen pedir los niños y niñas por Navidad; algo que para mí tiene mucho más valor que un balón o una muñeca. Me gustaría que me trajerais una Siria nueva. Sí, sí, tal y como lo oís, quiero que tiréis la Siria de la actualidad y que pongáis una nueva en el mismo sitio, porque la Siria que tenemos ahora es un completo horror, las casas están destruidas, los colegios bombardeados, con fuego por todas partes, etc., aunque lo que menos me gusta de la Siria actual son los hombres malos que se llevaron a mi familia. Por eso también me gustaría que en la nueva Siria estuviera mi familia dentro.
Espero que podáis lograr lo que os he pedido. Ya sé que es mucho pedir, pero millones de personas os lo agradeceríamos.
Un abrazo,
Abdel Alabi.
Claudia Vicente Martínez – 1º ESO-A
¿Qué ocurrirá con la Navidad de este año?
Todos los años a finales de noviembre, los niños miran entusiasmados las revistas de juguetes. Sin embargo este año sienten una gran inseguridad que pronto solucionarán.
Hasta ahora todos vivíamos en la normalidad y las Navidades eran días de reuniones y felicidad, pero ¿qué pasará este año con el Covid-19? ¿Van a venir Papá Noel y los Reyes Magos con mascarilla? Esas son las preguntas que oímos frecuentemente en la calle, porque esta situación tan excepcional, nos hace sentir gran preocupación y algunos están perdiendo la ilusión.
Los niños ciertas dudas suelen plantear, se preguntan si esta Navidad será como todas las demás. Han seguido con la tradición y un año más han escrito sus cartas donde han expresado sus deseos y ya las han echado en los miles de buzones de las calles de sus ciudades y pueblos.
Se preguntan si, cuando lleguen las fiestas navideñas, encontrarán debajo del árbol los regalos que han pedido este año. Pero las preguntas que más les preocupan son…, “¿Vendrán Papá Noel con sus renos y los Reyes con sus camellos o se quedarán en sus casas por precaución? Seguro que los vemos con mascarilla y guantes, ¿no?”.
Hasta el año pasado estos seres mágicos lo tenían todo controlado, vigilaban a todos los niños, leían sus cartas, envolvían lo que le pedían y viajaban por el mundo repartiendo mucha ilusión.
Sin embargo este 2020 lo que inquieta a los niños es levantarse por Navidad o el día de Reyes y no ver los regalos que tanto han deseado. Temen contemplar que las galletas que han dejado para que sus amigos mágicos repongan fuerzas tras su larga jornada de reparto, estén intactas, sin comer.
Los pequeños no entienden lo que está sucediendo, ni por qué tienen que llevar mascarilla o no pueden dar abrazos, pero deben estar seguros de que sus amigos los Reyes Magos y Papá Noel no fallarán y a su cita de todas las Navidades puntualmente acudirán.
¿Acaso se dejarán vencer los poderosos Papá Noel y Reyes Magos por un simple virus? No lo creáis, no. Volveremos a verlos en la noche mágica.
Se pondrán mascarilla, se echarán mucho gel en las manos e irán por el mundo repartiendo regalos y todos celebraremos los días más hermosos del año con precaución, con esperanza, con ilusión, con solidaridad y con mucho amor.
Íñigo Erdozáin 3º F ESO IES Benjamín de Tudela
Tres días para Navidad
Era martes y Erik se despertó sobresaltado. No sabía si había sido un sueño o simplemente que se estaba volviendo loco. La cuestión era que debía realizar tres tareas si quería averiguar cuál era ese regalo tan especial que le aguardaba el día 25 de diciembre. ¿Una visita inesperada tal vez? ¿O quizás un hecho extraordinario? El caso es que, mientras dormía, creyó escuchar una voz que le decía “Quedan tres días para Navidad y a lo largo de cada uno de ellos deberás llevar a cabo una misión. De ti depende que este año sea el más especial.” Encima de su mesilla de noche encontró un pequeño papel escrito, lo tomó y vio con asombro que la caligrafía se correspondía con la suya, aunque no sabía exactamente en qué momento de la noche lo había escrito, ni quién le había dictado lo que ponía en él, que era ni más ni menos las tareas que debía hacer.
El joven llevaba varios años conviviendo con sus tíos paternos, debido a que sus padres habían fallecido en un terrible accidente de tráfico. Desde entonces, Erik se había convertido en un chico solitario y retraído. Por más que sus tíos lo intentaban, no conseguían que mostrase una mínima pizca de felicidad. El muchacho se sentía infeliz y si pudiera hacerlo, borraría las Navidades del calendario. Unas fechas tan familiares le traían demasiados recuerdos. Pero después de lo ocurrido aquella noche, este año podría llegar a ser diferente.
La primera tarea consistía en cocinar un bizcocho para su tío Andrew, dado que precisamente ese día era su cumpleaños. En ese momento, su tía Mery entró en la habitación y le avisó de que el desayuno estaba listo. Aprovechando la ocasión, Erik le sugirió la idea de preparar un postre especial en honor a él. A Mery enseguida se le dibujó una gran sonrisa en el rostro y accedió encantada. Pasaron la mañana horneando un delicioso pastel de chocolate. Mientras lo hacían, su tía le contó que cuando eran niños, tanto su padre como ella y con la ayuda de la abuela Claire, solían elaborar galletas de jengibre en la época navideña. Tenía muy buenos recuerdos, porque la mayoría de las veces acababan embadurnados en harina. Fue una grata mañana para Erik, ya que descubrió aspectos de su padre que no conocía y además el bizcocho quedó delicioso.
Al día siguiente, Erik amaneció con la misión de ayudar a sus vecinos Los Smith a decorar su casa con resplandecientes luces de colores. Casualidad o no, el señor Smith días antes se había roto el brazo, y el joven, valiéndose de este hecho, se ofreció a ayudarles. Michael, el hijo de los Smith, y Erik asistían al mismo instituto, aunque apenas se conocían. Pasaron una tarde muy agradable, mientras adornaban la fachada del hogar, ya que Michael no paraba de contar anécdotas divertidas acerca de su familia. Tras ese día Erik sintió que tenía un nuevo amigo.
Al tercer día se levantó temprano, puesto que debía acudir al refugio de animales que se hallaba a las afueras de la ciudad. El señor y la señora Williams, eran los encargados del mantenimiento. Estos le contaron que muchos de los perros que allí se encontraban habían sido regalos de Navidad y que sus dueños, después de unos meses manteniéndolos, habían decidido deshacerse de ellos. Erik limpió los cheniles, alimentó a los animales y paseó a algunos de ellos por los que mostró interés. Al final de la jornada se comprometió con el señor Williams a fomentar las adopciones.
Y finalmente llegó la Navidad. Erik estaba muy esperanzado y convencido de que algo grande iba a ocurrir, pero conforme pasaban las horas, nada fuera de lo normal sucedía. Mientras los tíos ultimaban los preparativos de la comida, sonó el timbre de la puerta. El chico bajó rápidamente a abrir pensando que su gran regalo había llegado. Ante sus ojos se encontraban los Smith y los Williams, Michael cargaba en sus brazos a Luigie, un perrito del refugio al que el chico había cogido cariño. Habían sido invitados por los tíos de Erik tras enterarse de las buenas acciones del joven durante esos días. Pasaron una jornada muy agradable. Disfrutaron de la comida y charlaron alegremente. Erik, en ese momento, comprendió que la felicidad se encuentra en los pequeños detalles y que, aunque sus padres no estuvieran allí, de una manera u otra, esas personas que compartían mesa con él eran como parte de su familia ahora. Efectivamente, aquella voz había acertado, esas Navidades fueron realmente especiales.
Paula Escribano, 3º F ESO, IES Benjamín de Tudela.