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Ignacio Peralta Fernández es Jefe de la Brigada de Villafranca. Fue una de las personas a las que les tocó luchar contra la Covid desde los comienzos de la pandemia. “Lo cierto es que nos pilló de repente. Enseguida nos pusimos a desinfectar todo, intentando protegernos nosotros primero. Andábamos un poco locos buscando mascarillas, guantes, desinfectantes… Luego todo se fue normalizando, pero el primer confinamiento fue un poco duro porque tampoco podíamos trabajar en nada más que no fuese ocuparnos del Covid”.
Uno de los recuerdos de aquellos momentos que se le ha quedado grabado es el de las calles desiertas: “Nos entraba un poco de pena e incluso de miedo. Estuvimos desinfectando diariamente los comercios, los lugares públicos, las tiendas, los parques, y cada dos días las calles, con el tractor, y era impresionante”.
Ignacio Peralta nunca habría imaginado una situación así. “Daba mucha tristeza vernos solos los de la brigada. Ahora es distinto, no sé si estamos mejor o peor que antes, pero por lo menos ves algo de gente en la calle. Pero aquello fue bastante triste e incluso sentías miedo. Además estaba toda la incertidumbre de lo que podía pasar… Todos tenemos familia, yo tengo dos hijas, por ellas hago lo que haga falta, por lo que al final el miedo de infectarte está ahí”.
Por ese motivo, Peralta pide a todos que sigan las indicaciones de las autoridades sanitarias. “Son los que más saben. Nos están diciendo que tengamos precaución y que tengamos precaución. En broma digo a veces que tendría que haber un abofeteador en las calles por las cosas que se ven, pero bueno… Todos debemos tener precaución”.
Santi Bretos Peralta es otra de las personas que estuvo al frente del cañón. Él es el policía municipal en Villafranca: “Al principio no te podías creer lo que pasaba. La labor los primeros días fue sobre todo repartir mascarillas porque al principio había mucha escasez. Así mismo, les llevaba la comida a ocho jubilados que normalmente comían en el club de jubilados, con todas las medidas de precaución. En el ayuntamiento todos pasaron a hacer teletrabajo y los únicos que estábamos éramos la secretaria y yo. Parecía una pesadilla”.
Igualmente, le tocó repartir mascarillas en las fábricas, en las conserveras de los polígonos. “Porque hubo un momento que era imposible para la gente comprarlas. Además, aquí mucha gente voluntaria hizo mascarillas en sus casas. Yo las recogía y las repartía allí donde eran más necesarias”.
Santi Breto explica que era muy extraño ver el pueblo vacío, “salías y no veías a nadie, todo el mundo estaba confinado. No veías más que el coche de la Guardia Civil, el coche de los Forales y el nuestro. Fue muy fuerte. Te lo contaban un año antes y lo tomarían por loco. Gracias a Dios, aquí en la primera ola no nos dio muy fuerte, pero había que tomar todas las precauciones. De hecho, cuando ibas a casa de alguien a llevar mascarillas, te decían déjamelas en una bolsa… Había miedo”.
“La gente colaboró mucho”, recuerda. “Cosieron mascarillas a montón, la gente que tenía guantes en casa, los entregaba… La solidaridad fue total. Y los aplausos de las ocho de la tarde, fueron muy emocionantes.”