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Un curso más, aunque en esta ocasión condicionada por la pandemia de la Covid-19, el colegio San Francisco Javier que regentan los Jesuitas en Tudela honró al patrón de Navarra en la fiesta oficial del 3 de diciembre. En esta ocasión los actos se tuvieron que adaptar a las circunstancias a que obliga el virus y por ello en la iglesia del centro educativo sólo se permitió un aforo del 50% de feligreses.

Tampoco actuó el coro del colegio que dirige el profesor Jesús Nieva, que en años precedentes alegraba y animaba la eucaristía, ni se pudo poner el broche final con la brava jota que una alumna entonaba a viva voz sin ayuda del micrófono. Se suprimió también el acto de colocar el pañuelo al cuello de la imagen de San Francisco Javier, que presidía en el presbiterio, y, otra de las prohibiciones, fue el aperitivo de despedida que tenía lugar en el comedor del colegio.

Así que los profesores Javier Vicente y Ángeles García, de Pastoral, tuvieron que recortar el programa de actos y dejarlo en la misa, que fue oficiada por el jesuita Carlos Sastre, hasta el curso pasado superior del colegio tudelano y ahora residente en Pamplona.

Estuvo acompañado en el presbiterio por el sacerdote diocesano Jesús Zardoya, que todos los años participa en esta celebración. La monición en la eucaristía corrió a cargo de Javier Vicente; la lectura de la palabra la hizo Encina Romera, hija del profesor Paco Romera; y de las preces se encargaron Unai Carasusán, hijo de la profesora Cristina Villafranca, y la joven alumna Lucía Salvador.

Carlos Sastre inició la eucaristía pidiendo al Señor el perdón “de nuestras faltas por mediación de San Francisco Javier” y la homilía la centró en dos aspectos: poner en marcha el corazón y mirar. “Hoy la pandemia nos pone distancias y aleja de nuestros seres queridos, amigos. Pero este virus pone en marcha el corazón. Javier, en la distancia, llevaba en el corazón a su familia, amigos, y a nosotros nos ha de servir de ejemplo. El silencio de la boca es una invitación a llenar el corazón y aquí no pone límites nadie”, comentó.

El celebrante recordó que Francisco de Javier, en su peregrinar por las misiones, tuvo que
esforzarse para entenderse con los habitantes de aquellas tierras que hablaban diferentes
lenguas. “Javier tuvo que forzar la mirada porque los ojos comunican alegría, miedo, tensión, esfuerzo. No cierres los ojos, contempla los de tu prójimo para mirar con ternura, cariño. Os invito a poner en marcha las cosas sencillas. Javier nos ayudará a seguir cada día más cerca a Jesús y aprovechemos a llenar el corazón y a apreciar la mirada”, concluyó.

El acto religioso finalizó con los aplausos que solicitó Carlos Sastre tras la solemne bendición. “No podemos colocar el pañuelo a nuestro santo navarro, otro año será, pero sí os animo a concluir esta eucaristía con una ovación”. Y San Francisco Javier fue muy bien correspondido por las más de 100 personas presentes en la iglesia.