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Más allá

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A todas las personas nos preocupa conocer todo lo que tiene relación con nuestra vida; podríamos decir que tenemos un afán científico, aunque se trate de un cientifismo especial: a la ciencia le interesan las relaciones que cada objeto tenga con un patrón que se ha tomado como unidad de medida, saber cuál es su densidad, su temperatura, su peso atómico, su solubilidad, el número de electrones que giran en el átomo, etc., mientras que a la vida cotidiana lo que le interesa conocer, además de las cualidades visibles de las cosas, es qué podemos hacer con ellas, para qué nos pueden servir, cómo podemos utilizarlas en nuestro favor o, todo lo contrario, inutilizarlas si hemos experimentado que nos perjudican. No sabemos ni buscamos esos datos que la ciencia persigue, sino aquello que puede hacernos vivir mejor. Así que este cientifismo cotidiano de la mayoría de las personas lo podemos adjetivar como vital.

Saber es siempre mirar más allá, imaginar el futuro y hacer lo posible para conseguirlo

Pero claro, en ese conocimiento que hemos adquirido no nos solemos quedar en las cualidades más aparentes; hemos averiguado el ser de las cosas que nos rodean, pero es un ser las más de las veces precario, porque no solo necesitamos saber lo que esas cosas son, sino sobre todo lo que pueden ser, o lo que tienen que ser. No me basta conocer un terreno, sino tener en cuenta las verduras y hortalizas que puedo cultivar o los árboles que puedo plantar en él. Conocer un río nos lleva a pensar en posibles canales, un pantano, una playa fluvial, etc. Gracias a saber lo que algo puede ser o lo que tiene que ser, llegamos por ejemplo a hacer reformas en la vivienda, en el vestuario, en las costumbres, en el trabajo, etc.

Y es que saber es siempre mirar más allá, imaginar el futuro y hacer lo posible para conseguirlo. Claro que esto tiene que quedar bajo la ética, porque no todo lo que puede ser tiene que llegar a ser; por ello se ha de contar con el consenso de la colectividad en la que nos movemos: la familia en el caso de la reforma de la vivienda, o el barrio, el municipio o el Estado en los asuntos que lo requieran.

Lo que no podemos hacer es quedarnos en el mero conocimiento de lo que es y renunciar a ir más allá, porque la realidad es potencialmente dinámica en cuanto que se ofrece a nuestras necesidades, y hemos de aprovechar este ofrecimiento continuo que nos hace. Si no lo hubiéramos hecho de ese modo a lo largo de todos los tiempos, todavía estaríamos en la prehistoria y seríamos unos hombres primitivos.

Alfonso Verdoy