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La profesora Marta Oreja funda su propio proyecto de apadrinamiento en Kenia
En la actualidad, un total de 90 niños y niñas keniatas sin recursos, de entre 3 y 8 años, se benefician de un proyecto educativo, sanitario y de alimentación impulsado por la ONG tudelana Supporting Healthcare in Kenya.
Marta Oreja, de 27 años, fundadora de la ONG y profesora en ESIC Idiomas Tudela, ha escolarizado a 90 niños y niñas en la aldea de Kombani, Kenia, a la vez de garantizarles una comida al día y proporcionarles asistencia médica cuando enferman.
Después de viajar como voluntaria a Kenia en 2018 y conocer de primera mano las condiciones en las que funciona la sanidad en el país africano, Marta se planteó impulsar su propia ONG para recaudar fondos que facilitasen el acceso a la sanidad a niños y niñas sin recursos. «Mi hospitalización en el Mombasa Hospital jugó un papel muy importante en la decisión de fundar mi propia ONG, ya que me dio la oportunidad de ver cómo funciona el sistema sanitario en Kenia: si tienes recursos económicos eres admitido en el hospital pero si no los tienes, ni siquiera eres atendido. Lo sufrí en primera persona. Hasta que mi seguro médico no les envió la garantía de pago, no me atendieron. Me tuvieron esperando 11 horas desde que di el primer aviso de que necesitaba asistencia médica por una sepsis y dengue. La cuestión es que para mí fueron 11 horas, pero para muchos niños ese momento no llega nunca y termina en muertes prematuras», relata.
De regreso a Tudela la profesora lanzó su proyecto Supporting Healthcare in Kenya a la opinión pública, y en 6 meses consiguió reunir 9.000 euros con la venta de postales solidarias, frasquitos de chuches, brochetas de jabón, sorteos, artículos de merchandising y eventos solidarios organizados por sus alumnos.
En julio de 2019 Marta volvía a aterrizar en Mombasa, una de las ciudades más pobres de Kenia. «Sin saber muy bien por donde empezar, lo único que tenía claro era que todo el dinero que había recaudado estaría bien invertido, porque esta vez era yo la única persona que se encargaba de gestionarlo. Sin intermediarios. Con mi propia ONG. Bajo mi única responsabilidad, administración y gestión. Estaba cumpliendo un sueño y mi ilusión pesaba más que cualquier tipo de preocupación o incertidumbre», explica.
Salim, el niño de 5 años
El punto de inflexión del proyecto solidario de la profesora lo marcó el encuentro con Salim, un niño de apenas 5 años de la aldea de Kombani, que encontró deambulando a pie de la carretera. «Nada más verme, me cogió de la mano y me llevó directamente hacia su madre y su hermana, quienes me enseñaron la choza donde vivían. En cuanto vi las condiciones en que se encontraba aquella vivienda, se me erizó la piel», recuerda. «Salim es un niño adorable, humilde y no tuve que fijarme mucho para ver que estaba enfermo. Su cuerpo estaba lleno de llagas, manchas, cicatrices, bultos y heridas abiertas, incluso en la cabeza. Me apenaba mucho porque lo veía vulnerable e indefenso, así que sin dudarlo ni un segundo le pedí permiso a su madre para llevármelo al médico».
Los primeros recursos económicos de la ONG sirvieron para que el pequeño recibiera la asistencia médica. Le diagnosticaron sarna, hongos cutáneos y parásitos intestinales. «Le compré la medicación que le recetó el médico y lo llevé de vuelta con sus padres. Les expliqué cómo debían darle la medicación a su hijo y cómo debían aplicarle el tratamiento. Me fui contenta y orgullosa de haber llevado a un niño al médico justo mi primer día de estancia en Kenia, pero al día siguiente, cuando regresé vi que sus padres no habían seguido mis indicaciones, ni siquiera habían lavado a Salim, y lo más preocupante, no había comido nada desde el día anterior».
Marta descubrió que el caso de Salim no era el único entre los niños y niñas de familias que no trabajaban, vivían de la mendicidad y sin ninguna fuente de ingresos regular. «Los niños son el reclamo perfecto para que sus padres pudieran conseguir algo de dinero mendigando y en lugar de pasar las mañanas en el colegio, Salim esperaba a pie de carretera hasta ver a alguien acercarse y pedirle dinero. Como hizo conmigo. Esa era su triste realidad, como la de miles de personas que pasan desapercibidas en el primer mundo», lamenta.
«En ese momento me vine abajo, pero lo entendí todo: la parte médica de mi proyecto nunca sería efectiva si no iba acompañada de una buena alimentación y sobre todo de educación y concienciación. Sin educarlos previamente, el progreso que podría hacer con mi proyecto sería puramente temporal y anecdótico, y jamás lograría mantenerlo en el tiempo. Es por ello que llegué a la conclusión de que el proyecto de Supporting Healthcare in Kenya no debía centrarse exclusivamente en la asistencia médica sino que debía integrar 3 partes fundamentales: la educación, la nutrición y la sanidad».
Marta convirtió entonces su estancia en Kenia en un ir y venir por las calles, buscando a todos los niños de edades comprendidas entre 3 y 8 años que deberían estar en el colegio. «Gracias a los fondos recaudados he podido reformar un colegio donde a día de hoy hay escolarizados nada más y nada menos que 90 niños que 4 meses atrás vivían de la calle y la mendicidad y que ahora van al colegio, donde comen una vez al día y reciben asistencia médica cada vez que enferman gracias a un compromiso con el centro médico “Star of Good Hope” que realiza revisiones periódicas a todos los niños poder tener un control regular de su estado de salud general», comenta con entusiasmo.
Tras la inversión inicial, que también ha servido para llevar agua corriente y montar un gallinero para la venta de huevos que aporte algunos ingresos a las familias, el proyecto se está financiando gracias a los apadrinamientos que permiten pagar las tasas mensuales de escolarización de su ahijado (4€), más las de la comida (6€), más las de la revisión médica (2€). «Es decir que, por 12€ al mes, las necesidades básicas de todos estos niños quedan más que cubiertas», destaca Marta.
«Mi sueño ahora mismo sería que no quedara ni un solo niño en la aldea de Kombani sin escolarizar, sin comer o sin ser atendido cuando está enfermo y todo esto es posible por la cantidad simbólica de 12€ al mes. Lo que es para nosotros una tarde de cine o un menú sencillo a ellos les supone un cambio radical de vida», concluye.
Para más información sobre el programa de apadrinamiento, podéis visitar su página de Facebook www.facebook.com/mamaduke281
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