La joven cabanillera con Bárbara, un perezoso de tres dedos
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La joven Paola Urzay Lorente, de 31 años, de Cabanillas, coordina en la actualidad al voluntariado de uno de los centros de rescate animal más importantes de Costa Rica, país al que llegó a comienzos de este año para desarrollar diversos proyectos de voluntariado.

Desembarcó en el país centroamericano con tres proyectos de voluntariado. El primero en una guardería de familias sin recursos, en Alajuelita, un cantón de San José, con niños de 0 a 5 años con los que trabajó actividades cognitivas y pequeños talleres de creatividad y manualidades. «Mi padre, que ahora está jubilado, ejerció como profesor de educación infantil en la escuela de Cabanillas y para mí fue una referencia muy importante en este proyecto», reconoce Paola.

Tras este proyecto comenzó a trabajar en el centro de rescate de Animales. «Recibíamos animales salvajes rescatados del mercado negro, de la tenencia ilícita, heridos en accidentes.. y los cuidamos hasta que puedan liberarse de nuevo en el entorno natural. Hay casos que el animal ha pasado mucho tiempo en contacto con personas o debido al trauma de haber sido separados de sus familias nada más nacer, no pueden ser devueltos a su hábitat, y tienen que quedarse en el los espacios adaptados a ellos con los que contamos en el centro de rescate».

Cumplido su compromiso en el centro, se trasladó a una de las zonas protegida del país, la Reserva Nacional de Camaronal, en la costa del Pacífico, donde colaboró con un proyecto de ayuda y conservación de las tortugas marinas. «Hacíamos patrullajes nocturnos para el control y monitoreo de la anidación de las tortugas Loras y durante el día liberábamos las tortugas que nacían en el vivero. También hacíamos otras labores como limpieza de playas, mantenimiento del parque, etc…

Mientras desarrollaba este último proyecto de voluntariado, Paola recibió una llamada de los propietarios del centro de rescate animal. «Me dijeron que necesitaban a alguien para gestionar las tareas y actividades diarias de los voluntarios, la mayoría extranjeros, y pensaron en mí, por el echo de hablar francés e inglés, ya que eso facilitaba mucho las labores de comunicación. Yo no me lo pensé dos veces». recuerda.

La joven de Cabanillas reconoce que es una experiencia en la que está aprendiendo mucho sobre el cuidado de los animales. «Por aquí pasan desde osos perezosos, monos chimpancés, aulladores, arañas, mapaches, puercoespín, loros, guacamayos o tucanes. Cada animal requiere unos cuidados especiales y dietas diferentes. También me estoy enriqueciendo mucho del choque cultural que hay. Contamos de media con 40 voluntarios de distintos países del mundo, cada uno con sus costumbres y lengua diferentes, pero todos con un mismo objetivo, devolver al planeta algo a cambio por tanto que nos ofrece día a día. Es precioso ver cómo se consiguen objetivos con una buena actitud y decisión en conjunto», asegura.

Su propósito es continuar como coordinadora del Centro de Rescate Animal. «Ahora llega la temporada de lluvias, muchos bebés animales sufren las inclemencias del tiempo y quedan huérfanos en las tormentas, si es que sobreviven. Aquí siempre se necesita gente. Además también he empezado a dar clases de español para los voluntarios que quieren aprender el idioma, y veo que también me gusta». También trata de dar a conocer la importante labor que desarrolla el centro. «Es un centro de gestión privada que se mantiene con recursos propios. Todo el mundo que lo quiera conocer puede hacerlo a través de su web https://www.rescuecenter.com/«.

Desde la distancia reconoce que lo que más se echa de menos » un reconfortante abrazo de mi madre… y sus guisos. También me acuerdo mucho de mis amigos pero sé que están todos bien y yo ahora tengo mi sitio aquí. Así que todos felices», concluye.

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