El director Yergos Lanthimos se ha convertido en uno de esos enfants terribles del cine actual. En Canino, Langosta presentaba su estilo rompedor, historias increíbles, actores que huían de la pura declamación, atmósferas claustrofóbicas, raritas. Ahora narra a su modo, huyendo de rigores históricos, la vida de Ana de Inglaterra, la última de los Estuardo entre los años 1702 a 1717, con la lucha con Francia como telón de fondo, y las maquinaciones políticas que la rodearon. Para la ocasión, el director ateniense ha contado con: Oliva Colman. Rachel Weisz, Emma Stone.
Estamos a principios del XVIII, Inglaterra está en pie de guerra contra Francia. En este contexto intenta gobernar la reina Ana (Olivia Colman), muy debilitada por la enfermedad de gota y con un carácter tan inestable, que quien realmente dirige el país es su amiga, Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz), duquesa de Marlborough.
Un día llega Abigail (Enma Stone), prima de Sarah, anteriormente aristócrata pero una desgracia la ha despojado de su rango. Su encanto personal seduce a Sarah que la toma como ayudante personal. Sarah se entrega tanto a los asuntos de estado con Robert Harley (Nicholas Hoult) que posibilita que Abigail se convierta en íntima amiga de la reina. Este acercamiento provocará una lucha sin cuartel entre las tres mujeres…
El director ridiculiza el universo masculino de la corte, se olvida de los aspectos históricos, centrándose en el triángulo amoroso de unas mujeres, cuyas relaciones se rigen por estrategias de seducción, dominación y si es preciso humillación. Lanthimos resalta la debilidad humana a través de una reina inestable que a pesar de poseer el poder busca el amor perdido. Las otras dos mujeres, una gobernanta en la sombra, la otra una arribista que se arrastra hasta el lecho de quien sea por el poder, acaban siendo víctimas de sus propias trampas. Los diálogos corrosivos, punzantes van mostrando la degradación de los personajes. Sin embargo, el estilo formal utilizando los grandes angulares, el ojo de pez, recorriendo salas, las alcobas, los lugares de conspiración, acaban por despistar al espectador con tanto movimiento de cámara.
La interpretación de Oliva Colman es brillante, a su lado Rachel Weisz sólo con su rostro emana la frialdad de una mujer de estado, y enfrente está Enma Stone, encarnado magistralmente a una mujer voraz y arribista dispuesta a todo.
El director de El sacrificio de un ciervo sagrado presenta un drama de época, alejado del punto de vista histórico, y centrado en las luchas clandestinas entre un trío de mujeres capaces de enamorarse o destruirse con tal de conseguir su objetivo.