No, Quevedo no escribió su famosa letrilla “poderoso caballero es Don Dinero”, después de ver desfilar a Ronaldo en olor de multitudes, camino del Juzgado. Sería un anacronismo. Pero el mensaje quevedesco no ha perdido ni un ápice de su valor cuatro siglos después. Porque el citado paseíllo se debía al hecho de que el paseante había defraudado unos cuantos millones a Hacienda. Y, por lo tanto, si convenimos que “Hacienda somos todos”, podría decirse que los mismos robados aplaudían a uno de sus más venerados ladrones. Está claro que la estulticia humana, sobre todo cuando sus neuronas evolucionan balompédicamente, no tiene límites.
Los valores éticos y democráticos desaparecen cuando aparece Don Dinero. Así ha sido y así será siempre en esta sociedad cada vez más materialista. De modo que el poderoso caballero norteamericano vuelve a hacer de las suyas, como ya lo hiciera en Vietnam, Chile e Irán, por citar algunos de los ejemplos. Pone y quita gobiernos donde le viene en gana, en función del dinero que puede conseguir. Ahora va a por Venezuela.
No, no es que me caiga bien el tal Maduro. Me parece un impresentable que ha empobrecido a su pueblo, obligándole a un doloroso éxodo. Y eso que Venezuela es un país rico.
Precisamente esa riqueza, que podía ser su virtud, es su pecado, porque hay quien la desea a toda costa. Pero la alternativa de un golpe de estado, que es lo que pretende el autoproclamado Guaidó, sin pasar por la urnas, no es de recibo en la Democracia, por más que lo avale Europa, al rebufo del misógino, maleducado y, eso sí, insisto, poderoso caballero Don Dinero Trump. Un Trump que ya tiene preparados a sus soldados para tomar Venezuela. Y es que está obsesionado con el número 5000: 5000 soldados para conseguir los 5000 millones de dólares que le cuesta su muro de acero, que ha sido su promesa estrella en las elecciones. Y es que las reservas petrolíferas de Venezuela dan para eso y para más. Algo similar está ocurriendo en Nicaragua con Ortega, otro impresentable que sólo busca perpetuarse en el poder, burlando sus propias leyes constitucionales. Pero en Nicaragua no hay petróleo.
«La alternativa de un golpe de estado, que es lo que pretende el autoproclamado Guaidó, sin pasar por la urnas, no es de recibo en la Democracia»
A un golpe de estado no se debe responder con otro golpe de estado, sino con la Ley. Y hay leyes y tribunales internacionales que deben imponer los principios y valores democráticos. ¿Dónde y para qué ese crearon, si no, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o la Corte Internacional de Justicia?
Lo decía Quevedo al final de su famosa letrilla, refiriéndose a Don Dinero, cuando el “escudo” era la moneda: “Más valen en cualquier tierra / (mirad si es harto sagaz) / sus escudos en la paz / que rodelas en la guerra.