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La bola de cristal, por Pepe Alfaro

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En estos tiempos tan convulsos resulta difícil aventurar a corto plazo un futuro para la humanidad. ¿O deberíamos decir para la deshumanización?

La Ética y la Educación han perdido la batalla en todos los frentes. La clase política está más pendiente de conseguir más poder en lugar de conseguir una vida más digna para la ciudadanía. Y es que se compra todo. Sobre todo voluntades. Voluntades que legislarán para engordar ese edificio del Capital con sus infinitas puertas giratorias.

Necesitaríamos una bola de cristal para saber cuándo se pondrá límite a tanta deshumanización o cuándo nos autodestruiremos por tanto egoísmo. Y, hablando de “bolas de cristal”, hay que decir que ha fallecido, a los 83 años en San Sebastián, la periodista, escritora y realizadora María Dolores Rico Oliver, más conocida como Lolo Rico, creadora y directora del citado programa infantil . Sí, aquel que se emitía los sábados por la mañana en la década de los ochenta en la cadena pública. Un programa mítico e inolvidable para la generación que creció en la Transición. Aunque, desde la distancia, pudiera parecer un programa ñoño y simple, “trataba con una gran libertad creadora y mucho humor al público infantil, al que iba presuntamente destinado, como si fuera adulto”.

En una entrevista de 2017, afirmaba que “la ignorancia es la peor violencia que genera la televisión” y que “mi único mérito fue hacer un programa que no creía que los niños son tontos”. Pero ahora son otros tiempos. Y al Poder no le interesa la Educación, pues sabe que una ciudadanía educada es el mayor peligro para sus intereses.

Decía Federico García Lorca “el niño es inocente y, por lo tanto sabio”. Pero esta sabiduría no le conviene para al Capital. “La bola de cristal” desapareció de las programaciones, y la modernidad la ha sido sustituida por los insípidos juegos de las tablet, que lo único que consiguen es alimentar una “ludopatía infantil” que hará hilo con una “ludopatía adolescente”, que tanto se predica en los anuncios de juegos y apuestas.

Aparentemente gamberro, el programa, desde la voz de la Bruja Avería y de los Electroduendes soltaba perlas como esta; “¡Adoro la economía, la plusvalía, y la disentería!”. Y el grito profético “¡Viva el Mal, viva el Capital!” se convirtió en un leitmotiv que los más pequeños repetían como un divertimento, aunque no entendiesen del todo su significado.

Te recordamos, Lolo Rico, con cariño y respeto. Tu ficción, por desgracia, se ha hecho realidad. Dos décadas después, el Mal y el Capital se han adueñado del mundo y amenazan con quedarse para siempre.