Francisco Jesús Álvarez Hidalgo será el protagonista del Homenaje al Tudela Ausente que este año organiza la Peña La Jota y que rendirá en su persona el día 15 de julio, a las 13,30h. en la Plaza Yehuda Ha Levi, el merecido reconocimiento a los centenares de tudelanas y tudelanas que presumen con orgullo de su origen fuera de nuestras fronteras.
El protagonista de este año nació en 1960, en el casco viejo de Tudela, cerca de la Catedral. Su padre, Jesús, era trabajador de Telefónica y su madre, Mari Carmen, «en lo que entonces se llamaban «Sus Labores», y que en realidad era cuidar de toda la familia, la casa y tantas otras cosas», reivindica. Tiene además dos hermanas, Mari Carmen y Paloma, y un hermano, Eduardo.
Siendo todavía pequeño se marchó a vivir al Barrio de Lourdes. Estudió en el colegio de Lourdes y posteriormente en Jesuitas. Luego llegó la carrera de medicina. «Soy médico porque desde que era un crío quise serlo, y desde 1994 vivo y trabajo en Luxemburgo. Me atraía tener una experiencia profesional fuera de España. Me encantó el país y me quedé», cuenta a modo de resumen.
Casado con una vallisoletana, Marta, tiene un hijo, Jesús, de 27 años. «A los dos les encanta Tudela y juntos hemos vivido aquí muchas cosas», presume.
Que se hayan acordado de él para este homenaje, reconoce, es una gran alegría. «Tengo que agradecer enormemente que hayan pensado en mí para representar en este acto a tantos tudelanos que no viven aquí. Personalmente va a suponer revivir un montón de recuerdos y repasar la gran suerte de haber pasado aquí la primera parte de mi vida».
La gente que quieres, los padres, tus hermanos… es lo que más se echa de menos en la distancia, asegura. «Al vivir fuera a veces añoras, y mucho, algunas cosas, como la verduras de aquí. También es cierto que hoy es mucho más fácil estar en contacto y venir con más facilidad. Cuando vengo a Tudela me siento de maravilla. Ahora vengo con más frecuencia, y he tenido la oportunidad de retomar el contacto con buenos amigos, lo vivo como un regalo. Leí en algún sitio que nuestra patria es la infancia, y la mía está aquí. Por trabajo, y también por afición, me toca viajar a muchos sitios, y de todos aprendes algo. Y cada vez vas apreciando más el privilegio de haber crecido en una familia maravillosa y en una ciudad tan especial».
En Luxemburgo, cuenta, ejerce de tudelano con naturalidad. «Ha habido temporadas en las que, por motivos familiares, venía a Tudela hasta dos y tres veces al mes. Y siempre me he sentido muy bien con la sensación de vivir lejos y a la vez sentir que estoy a pocas horas de aquí y que aquí sigue estando mi casa». Las fiestas, indica, las disfruta de vez en cuando y dependiendo de las circunstancias, sobre todo las laborales. «Muy gratos, son los recuerdos de mi infancia y juventud. Me vienen a la cabeza sobre todo los encierros, el toro de fuego, La Revoltosa y las orquestas que tocaban en la Plaza Nueva. Después, cuando mi hijo era pequeño, íbamos sobre todo a los actos infantiles, nos encantaban. Le impresionaban los gigantes y cabezudos y me preguntaba muchas cosas que yo no siempre sabía responder. Personalmente son unos días en los que disfruto mucho de la vida en la calle, la música, las charangas, las jotas. Por supuesto el cohete. Me sigue gustando ver los encierros y si puedo no me pierdo La Revoltosa ni los fuegos artificiales».
Cuando hay más de 1.300 kilómetros de distancia las costumbres y las tradiciones se ven de un modo distinto, asegura. «Las ves con afecto pero sobre todo con bastante orgullo porque me siento parte de esas tradiciones y he crecido entre ellas. Cada sitio tiene las suyas, casi todas respetables, algunas no tanto en mi opinión. Las de Tudela me parecen todas bonitas y nobles, reflejan lo que somos y de donde venimos». Cuando tiene que explicar a sus compañeros qué y cómo son nuestras fiestas reconoce entre risas que no hace falta hacer mucho esfuerzo porque se venden solas. «Tengo la suerte de convivir y trabajar con gente de muchos países diferentes, y veo que España despierta simpatía e interés. Más allá de los inevitables tópicos, los toros, el flamenco…cada vez hay más gente, sobre todo jóvenes, que vienen y ven como se vive aquí. Sobre las fiestas en concreto, a todos los amigos y compañeros que han venido les han encantado, y no me extraña nada. Esa es la mejor propaganda!».
«Me siento muy de Tudela, muy navarro, muy español y muy europeo»
La gratitud es uno de los aspecto de la vida en los que hace hincapié el Tudelano Ausente de este año cuando repasa su trayectoria. «Me siento muy de Tudela, y a la vez muy navarro, muy español y muy europeo. En estos sitios pasan cosas extraordinarias: abres un grifo y sale agua potable, le das a un botón y se enciende la luz, llevas a tus hijos a la escuela y unas señoras y señores muy pacientes y cariñosos les enseñan todo lo que pueden, y si tienen fiebre o están maluchos les atienden rápidamente unos profesionales muy competentes y atentos, y si hace falta les llevan a un hospital donde no falta de nada. Y además somos libres, vivimos en paz y estamos rodeados por muchos otros ángeles de la guarda que nos cuidan. Y así muchas cosas que todos sabemos que no pasan en tantos otros sitios, aunque a veces, bastantes, se nos olvide. Y no porque seamos superiores ni más listos que nadie. Solo por nacer aquí y gracias al cuidado y al amor de nuestros padres y al trabajo duro de mucha gente y todo eso me parece un privilegio por el que estoy enormemente agradecido», relata. «Cuando recuerdo al chaval que fui viviendo en el Casco Viejo o yendo a la escuela del Barrio de Lourdes, no me podía ni imaginar que la vida me iba a dar la oportunidad de vivir tantas cosas, conocer tanta buena gente, tener una mujer y un hijo tan maravillosos, unos amigos tan entrañables, tener un trabajo tan chulo y disfrutar tantas situaciones en lugares tan diferentes. Ni en mis mejores sueños. Y, con los años, también veo que cuando se ha recibido tanto también es justo y natural compartirlo. La verdad es que este homenaje tan bonito me ha hecho recordar muchas cosas», concluye Álvarez.