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Juan Belzunegui y Felix Ortega son los protagonistas de la exposición que puede verse en el Museo Muñoz Sola de Tudela. Los dos artistas conquistan el espacio expositivo del museo tudelano para expresarse y entablar un dialogo, unas veces acertado y otras más próximo al desencuentro con algunas de las obras más significativas de la colección permanente de pintura modernista. La abstracción de Ortega con su apuesta por los blancos y negros, y el festival de color con el que Belzunegui inunda sus obras, se ven abocadas a convivir de una u otra manera con los paisajes impresionistas, las evocaciones neoclásicas y el romanticismo de las obras de la colección permanente. «Ahora se trata de saber qué piensa el público y preguntarles si lo hemos logrado», interrogaba Ortega a los asistentes en una invitación a adentrarse en las salas y descubrir esta interesante exposición que permanecerá hasta el 4 de junio.
Se trata, explica Belzunegui de contrastar las obras en todos sus sentidos. «Junto al cuadro de Villa Medici pongo mi Jardín Azul. A un lado un cuadro clásico, de pintura lenta, que recoge lo que el ojo mira y que finaliza cuando representa la realidad que el pintor ve. Al otro una obra creada con un proceso totalmente diferente. Que comienza ante un lienzo blanco sobre el que se van superponiendo capas de pintura que evocan la intervención del artista en una dinámica que va construyendo la obra. Manchas, trazos, gestos que construyen un cuadro que va dialogando con el artista hasta que este se cierra y se culmina la obra».
En unas ocasiones hay cierta figuración, la recreación de lo que el artista de carcastillo afincado en Tudela denomina «jardín interior» y en la que el espectador puede intuir formas y referencias a la naturaleza. En otras, en cambio, es pura abstracción. La obra, indica Belzunegui, es una invitación a la contemplación sin más, sin la necesidad de tener que ver o buscar cosas que el artista no ha querido pintar. Son las obras que nos abren la puerta para adentrarnos en el original mundo artístico de Felix Ortega.
Los blancos y negros dominan el arte de este pintor riojano afincado en Pamplona que no esconde la influencia de Oteiza en su obra, y que presenta unos cuadros minimalistas y atemporales en los que, manifiesta «pretendo que no haya emociones». Su creación se sitúa en una línea antagonista a la de Belzunegui, alejeada de la pulsión, la improvisación y el gesto libre del tudelano. Su colección se completa con lo que Ortega califica «una serie de artefactos» que representan un paso peatonal. «Una ironía de la liquidación del espacio público y el simbolismo del paso de peatones como lo único que nos queda», explicaba.
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