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Independencia, por Pepe Alfaro

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El individuo era independentista. Hasta la médula. Lo había dicho un montón de veces y lo repetía sin cesar, viniese o no a cuento. Como todo lo que nos ocurre es sicosomático, aquel individuo sabía que las causas de ese independentismo tan visceral radicaban tanto en el ADN heredado como en la cultura adquirida a lo largo de su vida.
De padre inglés y madre china, nació en Humahuaca, provincia de Jujuy, en el norte de Argentina, donde fueron destinados sus progenitores como agregados culturales por el Gobierno de Sudáfrica,
Enseguida notó una propensión al independentismo. Todo empezó por un pellejo de la uña del dedo índice de la mano izquierda. Siguió la uña entera, luego el dedo, la mano y, finalmente, todo el brazo. Para cuando quiso darse de cuenta, se le habían independizado los dos brazos, que seguían unos movimientos contorsionistas que nada tenían que ver con los discursos que predicaba.
Animados por el independentismo de las extremidades superiores, las extremidades inferiores quisieron sumarse al carro independentista, cosa que consiguieron con inusitada rapidez. Ni que decir tiene que las piernas llevaban al individuo por donde querían, en contra de la propia determinación de su cerebro, con lo que acabó internado en un siquiátrico. Al quedar reducido su espacio, el expresionismo abstracto de los movimientos llegó a agudizarse de tal modo que hubo que atarlo con camisa de fuerza con la loable intención de que no acabase desmembrado. Para más inri, su cerebro empezó a sufrir diversos cortocircuitos neuronales pues, como hablaba perfectamente chino mandarín, inglés escocés, lunfardo rioplatense, amén de poseer vastos conocimientos de latín y sánscrito, cada palabra de las frases que emitía eran de los diversos idiomas, por lo que no había manera de entender a aquel nuevo hijo de Babel.
Los médicos estaban cada vez más desorientados ante aquel caso. Convinieron que todo aquello se debía a una disfunción cerebral, causada por la pérdida de serotonina, por lo que decidieron administrarle fuertes dosis de esa sustancia que está presente en las neuronas y realiza funciones de neurotransmisor.
Fue así como el individuo recuperó el correcto funcionamiento del cerebro, que a su vez convenció a las extremidades que sería bueno ponerse de acuerdo tanto para recuperar la masa muscular perdida como para llevar un orden coherente para trasladarse a los sitios.
Cuando se despertó, el dinosaurio del “Manifiesto independentista” todavía seguía allí sobre su mesilla. Lo cogió y leyó en voz alta el título: “Instrucciones para ser independiente”. Un sudor frío le recorrió el cuerpo.