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El CIP ETI y la Residencia de la Real Casa de Misericordia llevan colaborando tres años en un bonito proyecto de encuentro intergeneracional en el que los protagonistas son una treintena de residentes y las alumnas y alumnos del ciclo de grado medio de atención a personas en situación de dependencia cuya salida profesional son residencias, centros de día, centros especiales de empleo, servicios de ayuda a domicilio y cuidado en general de personas mayores, enfermas o dependencia.

El proyecto, explican Verónica Sesma y Patricia Díaz, terapeutas ocupacionales de la Real Casa de Misericordia, y José Jiménez, tutor de la clase de segundo curso del ciclo que imparte el CIP ETI, involucra a las jóvenes en la vida diaria de las personas que viven en la residencia hogar desde una perspectiva social y les acompañan en el desarrollo de actividades significativas, que son aquellas que tienen una especial importancia para los residentes al ser actividades que han hecho durante toda su vida como costura, manualidades, teatro, repostería o cocina que siempre dan pie a una tertulia en la que jóvenes y mayores exponemos sus puntos de vista sobre la vida.

El proyecto incide de manera especial en un escenario casi utópico que evita la segmentación de las actividades por edades, mayores, adultos y pequeños. «El ideal es un escenario en el todo el mundo tiene en cuenta a todo el mundo y las actividades son para todos y las personas que están en las residencias interactúan más con el voluntariado, reciban más visitas y participen en actividades dentro y fuera de la residencia», explica Jiménez.

El beneficio de la iniciativa es doble, reconoce Sesma. Por un lado, la residencia, convertida en el hogar de estas personas, establece conexiones con agentes externos. «Estamos inmersos en un cambio importante del modelo de trabajo centrado en la atención a la persona en el que al final la residencia, más bien hogares, se adaptan a las personas que vienen a vivir con nosotros en este gran hogar que tenemos en el centro de Tudela. Con estas colaboraciones se crean redes que ayudan a formar parte del día a día de las personas que viven aquí y que estar en una residencia no signifique una desconexión con el resto de la sociedad. La actividades, en las que participan de manera totalmente voluntaria, les dan mucha vitalidad a nivel físico, psicológico y emocional».

Por otro lado, apunta, «las alumnas y alumnos comienzan a desarrollar actividades en un lugar que en el futuro puede ser un centro de trabajo para ellas y aprenden cómo se trabaja en las residencias, donde se ha dejado atrás la centralidad del cuidado hospitalario y se enfocan las actividades desde un entorno más hogareño».

 

Cada jornada las alumnas y alumnos se distribuyen en dos grupos. En uno se desarrollan actividades significativas adaptadas a la temporalidad, como es el caso de la Navidad donde desarrollan diversas manualidades, y en el otro grupo se preparan pequeñas recetas que todos juntos disfrutan en el almuerzo tertulia donde estudiantes y residentes hablan de de emociones, de cómo actuarían en determinadas situaciones, dan sus puntos de de vista o recuerdan historias de vida. «Se crean conexiones increíbles entre alumnos y residentes y expresan las emociones de una manera increíble que hubiera sido impensable sin este proyecto», destacan sus responsables.

La idea es que el proyecto siga teniendo continuidad en el tiempo y, porque no, implicar a más ciclos formativos y entidades que trabajan en el ámbito de la intervención socio cultural a establecer contactos con residencias y centros de día.