Suele decirse a menudo, que “con las cosas del comer no se juega”. Ocurrió hace unos días. En su habitual recorrido matutino, decidió comprar una barra de pan. Nada fuera de lo común hasta ahí. El primer establecimiento que visitó le cobró 1,22 euros por una barra de pan, igual que en anteriores ocasiones. Al día siguiente, con la misma misión, fue a otro establecimiento y repitió la acción: seleccionó la barra de pan, sacó 1,22 euros del bolsillo y, al llegar a la caja, encuentra una ligera diferencia en el precio: 1,25 euros. Intrigado, solicita una explicación y la respuesta fue tan sencilla como desconcertante: «Hacemos un redondeo», al alza, le manifestó el comprador, ya, pero eso es lo que dice el jefe.
La simplicidad de la respuesta le hizo cavilar en el sentido del redondeo en nuestra vida cotidiana. Entendemos que los céntimos puedan parecer insignificantes en el gran esquema de las cosas, pero es precisamente esa aparente insignificancia lo que en ocasiones puede erosionar la confianza del consumidor. Este redondeo, que parece una práctica inofensiva, se acumula con el tiempo y entre muchos clientes, puede resultar una diferencia considerable para los negocios y, por ende, una práctica cuestionable para los consumidores.
El precio de una barra de pan, un alimento básico y cotidiano, es un pequeño símbolo de nuestras interacciones diarias con el mercado. La transparencia en los precios es fundamental para mantener una relación honesta y equitativa entre comerciantes y clientes. Redondear hacia arriba sin una explicación clara puede parecer una minucia, pero es un reflejo de una falta de atención a los detalles que importa a los ciudadanos.
Quizás este incidente debería servir como un recordatorio para ser más conscientes y exigentes en nuestras compras diarias. Cada céntimo cuenta, no solo en términos monetarios, sino en la confianza y transparencia que esperamos de nuestros comerciantes locales.
Con las cosas del comer, no se juega.
PEDRO J. SOTO SANTOS. Ablitas ( Navarra)