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Nuestro mundo, por Alfonso Verdoy

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La imagen que, en principio, surge como la más lógica respecto a la realidad, es que primero se formó el mundo físico, nuestro planeta, y que después de mucho tiempo, sin saber cómo ni porqué, fuimos saliendo nosotros tras un largo proceso de evolución: primero seres unicelulares en las profundidades de las aguas, y poco a poco, hasta llegar a los primeros homínidos y luego a los seres humanos. Bastaron unas pocas proteínas y aminoácidos en un medio húmedo para justificar la existencia de los seres vivos, incluida nuestra especie, aunque faltase por explicar el cómo y el porqué de esas proteínas, de esos aminoácidos y del medio húmedo primitivo.

Lo cierto es que ocurrió en ese orden, tal como lo atestiguan las diversas ciencias: primero el planeta y luego, parece que por casualidad, el ser humano. Pero que el orden temporal fuese de ese modo nos impide, a veces, ver la esencia de la cuestión. Porque el asunto no está en quién fue primero y quién casualmente segundo. También el tejado es lo último que se coloca en un edificio, pero no por casualidad, sino porque estaba pensado así desde el principio por el constructor, y es que los muros y los pilares son para el tejado, lo mismo que le tejado es para los muros y pilares.

Las cualidades del mundo encajan perfectamente con las nuestras, por lo que podríamos decir que estamos machihembrados

De igual modo, las cosas son para nuestros sentidos y estos son para las cosas. Las cualidades del mundo encajan perfectamente con las nuestras, de tal manera que, utilizando un concepto mecánico, podríamos decir que estamos machihembrados, lo que parece excluir toda casualidad. Y así como el tejado se prolonga en los muros y pilares, y estos se prolongan en el tejado, las cosas también se prolongan en mi cuerpo y mi cuerpo en las cosas, como si algún extraordinario constructor lo hubiera planeado. El mundo es visible porque tenemos ojos, es tocable porque tenemos órganos que lo pueden tocar, y produce sonidos, aromas y temperaturas porque tenemos oídos, olfato y sensibilidad, pues de no ser así no tendríamos sentido. Los dos juntos son los polos de la realidad, de tal forma que no se pueden separar. El mundo solo sería ilógico, nadie sabría de él, ni siquiera él mismo, y nosotros solos sería un total absurdo.