Mientras aún quedan países, cuyos mandatarios se obstinan en no salir de la prehistoria, y ajustician sin juicio en medio de las plazas a las personas, invaden países “porquesí”, lanzan bombas a ciegas sobre gente inocente, nos seguirá quedando la denuncia de voltearlos hasta dejarlos en la más ignominiosa desnudez, tal como se hace con el Volatín de Tudela.
La lucha entre el Bien y el Mal se plantea en cualquier situación, como si formara parte de la cadena del genoma humano. Y el camino de la vida se bifurca constantemente, teniendo siempre que elegir. A veces, el dilema se plantea de tal forma que la elección tiene que ser entre dos cosas buenas o dos malas. Contra las modas, contra las costumbres, contra lo conveniente, es necesario tener responsabilidad y coherencia sabiendo utilizar el sí y el no en cada caso.
Hace unos días en Tudela se ajusticiaba al Volatín, vestido de un “mundo viejo lleno de guerras, hambres e injusticias”, a base de violentos giros que le dejaban sin vestimenta, poniendo la explosión de un petardo en su boca metafórico punto final a su existencia. Y con él quedaba ajusticiado tanto judas suelto que transita a nuestro lado y que te da el beso de la traición para luego venderte por treinta monedas. Porque “haberlos, haylos”; sólo es cuestión de saberlos desenmascarar. Nunca se presentan como enemigos, venden incluso, desde el manantial de injurias de su boca, sonrisa profidén y modales de tratado de urbanidad, utilizan todos los foros para buscar respaldo a sus tejemanejes, y siempre ponen cara de no haber roto un plato; pero su verdadera especialidad es actuar por la espalda, que es el camino de los profesionales de la injuria. Para estos “judas-volatines” el escarnio público, la desnudez violenta de su miseria y el petardazo en la boca que ponga fin a su mentira, a sus desmanes y a su hipocresía.
Pero en el ciclo de la vida, el Bien acaba triunfando sobre el Mal. O esa debe de ser nuestra propuesta vital. Por eso, al día siguiente, llegó el Ángel, con su sabia Inocencia, llenando de emoción la Plaza Nueva al quitar el negro luto de la muerte para traernos la alegría blanca de la resurrección, la esperanza siempre posible de un mundo nuevo lleno de Paz y Justicia.
Liberarnos de estos judas y llenarnos de ángeles ha sido la lección y el objetivo de esta realidad de la Semana Santa. Una lección con moraleja que nos viene bien para aplicar a la ficción teatral del día a día. Y el Ángel de Tudela tiene que planear siempre para hacernos cada vez mejores personas.