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Mirar la vida, por Pepe Alfaro

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Siempre ha sido tu objetivo y tu obsesión: saber mirar la Vida. Porque quienes dirigen el mundo intentan confundirte para que la mires como ellos quieren. Es decir, desde abajo, a ser posible de rodillas y con un brillo de agradecimiento en los ojos por las limosnas recibidas. Las misma formas de esclavitud de siempre, aunque se dulcifique esa “esclavitud” con metáforas de azúcar. Haz caso a Bukowski: “tu vida es tu vida /
no dejes que sea golpeada contra la húmeda sumisión / mantente alerta / hay salidas”.

Para aprender a mirar la Vida es necesario poseer la inocente Sabiduría de aquella lejana infancia, cuando improvisabas arriesgados contorsionismos con el cuerpo para variar los puntos de vista o, simplemente, cerrabas los ojos para evitar falsos deslumbramientos. Lo decía Antonio Machado en una soleá: “El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas, / es ojo porque te ve”.

Luego, de mayor, para mirar la Vida buscabas resquicios, agujeros y fallos de estructura que no controlaban los avariciosos arquitectos del mundo en su uniformado discurrir. Porque, aunque piensen que controlan todo, la Vida siempre te ofrece escapatorias a tantas cárceles, murallas y alambradas que han ido creando artificialmente, a falta de inteligencia natural.

Y, aunque el glorioso pretérito de la infancia nunca volverá, el círculo de la Vida se cierra sobre sí mismo con la vejez. Es cierto que ya no puedes ejecutar las lúdicas contorsiones de entonces, porque la elasticidad ha dado paso a la rigidez, pero sigues teniendo la ventaja de que a la chiquillería y a la abuelidad nadie les hace caso, por estar fuera del mercado productivo. Entonces, con la experiencia acumulada, puedes ver la Vida, casi entera, sin los maquillajes y afeites con la que acostumbran a disfrazarla, y con las desnudeces y claridades que constituyen su verdadera esencia.

Walt Whitman lo expresaba así: “No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. / No dejes de creer que las palabras y las poesías / sí pueden cambiar el mundo”. Mira, pues, bien la Vida y gózala mientras puedas, para que, si te piden cuentas, puedas contestarles con el vivencial dicho “que te quiten lo bailao”.