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Esos valores, por Alfonso Verdoy

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Hay un sector importante de la sociedad- no sé cuánto de amplio porque no conozco investigaciones sociológicas al respecto- que se queja de la ausencia de valores en la vida actual. Y digo que no conozco las respectivas investigaciones porque las que se publican, o al menos las que más atraen nuestra atención, se refieren mayoritariamente a señalar qué partido ganaría las elecciones y a cuánto asciende la puntuación de los diferentes líderes políticos, lo cual es un síntoma claro de qué es lo que realmente nos preocupa, evidenciando que la ética y la moral no están entre nuestras prioridades, y eso es ya un valor, o mejor dicho, una ausencia de valor.

Pero los valores no faltan porque sí, y tampoco se soluciona esto haciendo que nuestros escolares los estudien con intensidad, por la sencilla razón de que no es el conocimiento el motor que nos impulsa a ponerlos en práctica. Todos sabemos lo que es el respeto, la tolerancia, la nobleza, la equidad, la libertad, la generosidad, etc., pero pese a que sepamos su significado resulta que no los defendemos, no los practicamos, o los practicamos hasta cierto punto, de forma deficitaria, hasta el momento de que pueden ser un obstáculo para nuestros intereses. Y es que no nos gustan, nos parecen un impedimento, quizá porque así lo hemos visto siempre, o casi siempre, en la vida.

Los valores no dependen del conocimiento sino del sentimiento; sólo si los sentimos los pondremos en práctica

Así que el motivo principal de esta ausencia de valores se debe a que no nos gustan, a que no creemos en ellos. Si consideramos que “gustar” es un sentimiento, encontraremos el motivo principal de tal carencia, y es que todo valor no depende de que sea o no conocido por nosotros, no depende del conocimiento sino del sentimiento; sentirlos nos induce a tener fe en ellos, a creer a ciegas que su puesta en práctica será lo mejor para todos, sin necesidad de experimentos que lo certifiquen previamente, aunque nos cueste un gran sacrificio en determinadas circunstancias, lo cual es ya cumplir con un importante valor.

Además no tener fe en ellos significa en el fondo no tener fe en el ser humano; si no nos gustan los valores es que tampoco nos gustan los demás, o solo hasta cierto punto y con condiciones. Porque sólo nos gustamos nosotros, sólo tenemos un sentimiento pleno respecto a nosotros, y respecto a lo demás casi siempre les ponemos un límite, y a veces demasiado estrecho. Necesitamos sentir firmemente por los otros, sentir sus penas y sus alegrías, sus necesidades y fracasos, tanto como los nuestros y sin excusas. Sólo de ese sentir surgirán los valores, pero mientras esto no suceda ahí andaremos.