El ser humano tendemos a la obediencia, al no cambio, pero si algo nos ha hecho evolucionar son las revoluciones. Muchos coles evolucionaron y quieren seguir con esta revolución, otros queremos unirnos al carro, pero por ahí vuelan argumentos dañinos que tratan de asustar para paralizar la jornada continua.
Sentimos tristeza, un dolor tremendo por la mirada que se le da al proceso de decisión de jornada continua vs. partida. De nuevo nos encontramos con empresas encargadas de comedores preocupadas por pérdidas económicas si baja el número de comensales en los comedores, por sindicatos preocupados por “supuestas pérdida de puestos de empleo”, con padres y madres crispados con los y las docentes por buscar calidad en sus puestos de trabajo (algo por lo que todos lucharíamos si tuviéramos posibilidades), madres y padres pensando en sus horarios laborales y todavía peor, utilizando el discurso de la igualdad para «salvar» a los más desfavorecidas, como si la jornada partida solucionara sus problemas, o como si la continua los agravase… ¡Qué horror! Todo muy válido y respetable como argumentos, pero desde nuestra perspectiva, argumentos que pierden el norte de por qué y para qué se está votando ¿Por qué no nos centramos en la infancia? ¿Por qué no observamos sus necesidades? Es verdad que un menor es capaz de pseudo adaptarse a cualquier situación que la persona adulta le imponga, pero eso no significa que esté adaptado; necesitan que les ofrezcamos un contexto educativo que responda el máximo posible a sus necesidades, no a las de las personas adultas, ni sindicatos, ni gobierno, ni empresas, etc. Escuchar las necesidades de la infancia es imprescindible para que sus energías vayan a desarrollarse y aprender, no a sobrevivir en un mundo de estrés que construimos las personas adultas.
Como padres y madres (muchos de nosotros y nosotras formados en salud e infancia), tenemos claro que la jornada continua, con todos sus defectos, favorece mucho más las necesidades del menor, sin dejar a nadie con el “culo” al aire (disculpen la expresión, pero la jornada continua no discrimina ni genera diferencias sociales como alguno está predicando). Además de este argumento insostenible, también rechazamos al discurso pro partida que esconde esto: «como a mí como persona adulta me va mal el horario de la continua, que todos/as se vean obligados/as a quedarse al comedor para seguir con las clases por la tarde», falsos y falsos, esto no es proteger a la infancia, porque unos no puedan, ¿todos a pasar por el aro? ¿Eso es la igualdad? ¿Eso es respeto a la diversidad? ¿A costa de dañar a la infancia en su totalidad?
Por todo esto y mucho más, defendemos la jornada continua con este resumen claro y transparente, sin ningún tipo de interés de por medio más que el de beneficiar a la infancia:
La jornada continua permite a los menores poder tener más tiempo para estar con sus figuras de referencia, espacio que favorece asimilar lo vivido en esas horas de cole y recreos, transformando en ese lugar seguro, la experiencia en aprendizaje.
La jornada partida pone grandes impedimentos para poder cumplir el Artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño: «Se reconoce el derecho del niño al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes. En cambio, la jornada continua facilita el desarrollo de este derecho de la infancia.
No conozco ningún estudio que pueda concluir qué jornada es mejor para el rendimiento escolar, pero sí sabemos todos y todas que, de toda la vida, el profesorado de mate, lengua… prefiere tener las primeras horas de la mañana para impartir estas clases que las de la tarde, al igual que el alumnado prefiere quitarse esto a primera hora, que estar a las 15:00h escuchando una explicación que requiere esfuerzo y concentración. Conforme avanza el día, los menores van necesitando más movimiento y la concentración es menor, por esto, dejar la tarde para extraescolares, favorece a todos y todas.
Las familias necesitamos opiniones y diferentes posibilidades a lo largo de los 9 cursos escolares. La jornada continua da diversidad de posibilidades que se pueden adaptar a las diferentes etapas educativas y necesidades familiares. No tiene nada que ver un menor de 3 o 4 años, que uno de 11 o 12. Para poder atender estos rangos de edades tan diferentes, hace falta un horario que dé lugar a diferentes opciones; atender a esto, sí es diversidad y respeto, no la partida.
Con la partida, las extraescolares generan desigualdades, no todo el alumnado puede hacer extraescolares. La continua da posibilidades de extraescolares gratuitas. Los primeros años de jornada continua, quizás no sean las actividades atractivas, ni las mejores programadas, pero esto se irá mejorando con el tiempo. Ningún cambio es fácil, puede dar miedo, pero se ha demostrado en muchos centros que funciona y muy bien.
En secundaria ya está este horario, los adolescentes no quieren cambiar a partida; poder empezar antes con este horario facilita el cambio al instituto y la conciliación en familias que tienen hijos/as en estas dos etapas.
Los niños y niñas pueden hacer sus extraescolares tras la hora de comer y así evitamos jornadas escolares que acaban a las 19:00h. Ningún sindicato permitiría los horarios que llevan nuestros pequeños.
Tener la posibilidad de comer en familia, un día, dos, tres… los que se pueda… es cuidar este momento que no solo es ingerir alimentos. La hora de comer es hora de compartir, hora de cansancio, hora de emociones y conflictos, que esto salga en el lugar de seguridad no es un problema; que salga en un comedor donde no hay profesionales, ni formados, ni con recursos para atenderlo, hace que se convierta en un problemón. Las horas de recreo son las horas donde más conflictos hay, menores de 3 años durmiendo la siesta sin contacto físico, con prohibición en muchos centros de chupetes… película de terror para muchos y muchas, y miedo que terminan silenciando para que sintamos orgullo de que lo están consiguiendo.
¿Y qué pasa con esas personitas que NO están a gusto en el colegio o que necesitan un poco más de apoyo de su círculo de confianza para coger rodaje en la vida? Condenarlos a salir a las 16:30h puede hacer que estos peques marchiten, desarrollando síntomas que piden socorro, o, por el contrario, tener espacio para ellos y ellas; estar con los suyos les da seguridad para alimentar sus alas, sin necesidad de caer del sistema. No todos pueden estar tantas horas fuera de casa (ni deberían estar los que pueden hacerlo). Infancia y niñez solo hay una; debemos cuidarla.
No olvidemos que para poder aprender hace falta un vínculo seguro, sabemos que la jornada continua favorece la estabilidad del profesorado, así también favorece mostrar el aprendizaje, el desarrollo de proyectos educativos, la evolución del alumnado con dificultades; cambiar año tras año de profesorado, es perder horas de trabajo porque hay que dedicarlas a la vinculación; si esta vinculación está hecha, el salto puede ser muy grande.
Antes de votar, bajemos a su altura; miremos desde fuera, que los árboles muchas veces no nos dejan ver el bosque; no neguemos el estrés al que están sometidos los menores. Su salud está en juego: todos sabemos que el estrés daña, todos sabemos que el ritmo que llevamos no es sano, menos todavía para los peques. Dejemos intereses de personas adultas a un lado y votemos por y para nuestra infancia. Como personas adultas nos tocará adaptarnos: será duro, pero el esfuerzo por ellos, merecerá la pena.
Colectivo de familias por la jornada continua en Navarra