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¿Qué podemos esperar de la Cumbre del Clima en Dubai?, por Julen Rekondo

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Desde que se aprobó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en la llamada Cumbre de la Tierra en 1992 en Río de Janeiro, los gobiernos de todo el mundo asumieron lo que la comunidad científica había establecido: que estaba produciéndose un cambio climático muy adverso para la especie humana, y lo provocaban los gases de efecto invernadero.

Entonces, los gobiernos acordaron reducir esas emisiones, y se han venido reuniendo cada año al objeto de revalidar tal propósito. No obstante, las emisiones lo que han hecho es crecer año tras año. Los incumplimientos desde 1992 han sido sistemáticos. Según el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), el año 2022, alcanzaron su valor máximo hasta la fecha, 57,4 Gt de CO2e. Y, ¿qué podemos esperar para los próximos años?

En la lucha contra el cambio climático, el objetivo concreto para los próximos años lo marcó el IPCC (Panel Gubernamental de Naciones Unidas) al señalar que, para mantener el clima en una zona segura, las emisiones deberían de reducirse en el 2030 un 43% respecto a las del 2019. Tal objetivo fue asumido por los gobiernos de los países que más emisores producen, y, entre el 2019 y el 2021, se multiplicaron las promesas de reducción de emisiones para el año 2030.

Sin duda, una cuestión son las declaraciones y otra muy diferente son las medidas que conducen a su reducción efectiva. De esta manera, podemos fijarnos en lo que se llaman Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), que los gobiernos presentan periódicamente a la ONU. Y, el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Cambio Climático) ha analizado las presentadas antes de la COP28 y lo que ha venido a señalar es que, aun cuando los gobiernos cumplieran sus compromisos (cosa que no viene ocurriendo), las emisiones en el 2030 solo habrían disminuido un 2% respecto a las del 2019. Muy lejos del 43% necesario.

Lo cierto es que, en las COP anuales, los gobiernos hacen discursos brillantes, pero las medidas concretas que ponen en marcha no conducen al descenso de las emisiones. ¿Qué es lo que falla? Para responder a esto, necesariamente tenemos que hablar del consumo de combustibles fósiles, que es principal responsable de las mismas. Resulta sorprendente lo poco que se habla de los combustibles fósiles, pues si los gobiernos hablan de reducir emisiones, deberían hablar también de reducir aquello que las causa.

La realidad es que el consumo de combustibles fósiles sigue incrementándose. Y, si aumenta la producción y el consumo de combustibles fósiles, es porque los gobiernos lo facilitan. La prueba de ello es que los subsidios a los combustibles fósiles siguen creciendo. Las ayudas públicas vinculadas a los combustibles fósiles en 2022 ascendieron a siete billones de dólares -unos 6,5 billones de euros, el equivalente al 7,1% del PIB global-, según un informe elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con estas cifras, ¿estamos ante el principio del fin de la era de los combustibles fósiles?

Mientras se aprueban algunas declaraciones estos días en la Cumbre de Dubái, no se pone en cuestión aquello que es la principal causa de las emisiones, que no es sino el consumo de combustibles fósiles. Y, es que las petroleras son quienes más delegados llevan. Este año, además, la COP28 está presidida por el Sultan Al Jaber, presidente de la petrolera estatal emiratí Adnoc, que el domingo 3 de diciembre se despachó con unas declaraciones en las que aseguró que “no hay evidencias científicas” que justifiquen reducir el consumo de energías fósiles. Un negacionista climático presidiendo una Cumbre del Clima.

Hay quienes se preguntarán que es lo que se discute en las COP. En la COP28 las cuestiones más importantes a abordar son la transición energética, la creación de un fondo de pérdidas y daños, y poner un precio a las emisiones mundiales de carbono a escala global.

El primer día se aprobó un fondo de pérdidas y daños, que en realidad ya se acordó hace un año, mediante el cual las naciones más desarrolladas compensarán económicamente a los países más vulnerables por el cambio climático. Es decir, los países ricos, con dinero público, y no, por lo visto, empresas y compañías de combustibles fósiles que han contribuido tanto al cambio climático.

Por otra parte, lo que se pretende aprobar en la COP en Dubái es que de aquí al 2030, se triplique la energía renovable que hay en el mundo. Eso está muy bien, aunque si se analiza con cierta minuciosidad tal medida, veremos que encierra una importante trampa, ya que se da por supuesto que un amplio desarrollo de las energías renovables llevará por sí mismo a ir prescindiendo de los combustibles fósiles, y, no es así. El PNUMA lo ha dicho, que la producción de combustibles fósiles seguirá creciendo en las próximas décadas. ¿A qué se debe esta aparente contradicción? Básicamente, a que el crecimiento económico demanda toda la energía que aportan los combustibles fósiles y toda la que puedan añadir las renovables.

La clave de todo esto, está en que, según los últimos datos dados por el Energy Institute, el petróleo aporta el 31,6% de la energía que consumimos, el carbón el 26,7%, el gas el 23,5%, la hidroeléctrica el 6,7%, la nuclear el 4,0% y, finalmente, las renovables junto con los agrocombustibles el 7,5%, pero, si solo tenemos en cuenta las renovables solar y eólica, su porcentaje es el 2,5%. Es decir, el carbón, el petróleo y el gas aportan el 81,8% de la energía primaria, mientras que la solar y la eólica solo aportan el 2,5%. Triplicar las energías renovables, como se pretende, no es suficiente para reducir el consumo de combustibles fósiles, si sigue incrementándose el gasto energético. Y, el gasto energético sigue creciendo pese a todas las mejoras de eficiencia energética que se realizan.

Tal y como están las cosas, en Dubái nadie quiere activar el declive de las energías fósiles, y así nos va.

Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente