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Obsoletos, por Alfonso Verdoy

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Así es como suele considerarse a las personas mayores, como anticuadas, incapaces de adecuarse a las circunstancias actuales. Y en esto hay una gran parte de verdad, porque dichas personas no tienen pericia para sacarle partido al ordenador y al móvil con la finalidad de buscar unos datos, asegurar unas fechas, guiarse con facilidad por el conglomerado de calles de una ciudad desconocida, o simplemente para coger unos billetes de avión o de tren, las entradas de un espectáculo, alquilar un hotel o diseñar unas vacaciones. También por supuesto para pedir cita en una determinada institución, como puede ser entre otras la Sanidad, hacer una operación bancaria o multitud de tareas que esos medios facilitan. En todos estos asuntos la mayoría de las personas jubiladas no llegan a un simple aprobado.

Todo eso es verdad, pero que sean inadecuadas no significa que sean inútiles ni mucho menos tontas, y es que andar escasos de esas habilidades tiene una parte muy positiva. No hay que olvidar que toda esa tecnología está centralizada en empresas como Google, Facebook y Amazon, en cuyas manos quedan los datos de quienes las usan, de tal manera que nos pueden controlar y nos controlan, porque pueden predecir lo que vamos a hacer. Así que, aunque utilicemos el ordenador y el móvil en la soledad de nuestro cuarto, quedamos totalmente descubiertos ante esas empresas. Jordi Pigem, un filósofo actual, ha acuñado la frase de que el smartphone es un espía de bolsillo. Es difícil pensar por cuenta propia cuando recibimos continuamente mensajes o invitaciones para que hagamos, leamos, viajemos y compremos lo que algunas empresas nos ordenan sin que caigamos en la cuenta de que son realmente órdenes lo que nos envían.

El filósofo Jordi Pigem ha acuñado la frase de que el smartphone es un espía de bolsillo

Así que la ventaja de las personas mayores, pese a la lentitud de realizar sus proyectos, consiste en que han de buscar por su cuenta los medios necesarios para resolverlos, hablar con las personas adecuadas y desplazarse a muchos lugares, no siempre cercanos ni accesibles. Todo ello cuesta tiempo y esfuerzo, pero está hecho totalmente por esas personas, elegido por ellas. No están vigiladas, sino libres. No hacen las gestiones en soledad, pulsando teclas, sino que salen de casa, se trasladan, hablan con otros seres humanos, se comunican, discuten, razonan, es decir, viven, viven la vida real, la de verdad, y no la realidad virtual de las pantallas. No son muy hábiles con la informática, pero escapan a su control, lo cual es un beneficio que no todos consiguen.